Nunca los rivales sabían donde iba a dar el pase. Mirada a un lado, pase al otro... y siempre llegaba para que el delantero rematase. Michael Laudrup era un genio. Su técnica le permitia a sus balones llegar a sitios impensables. Para los delanteros sus pases eran medio gol.
Ya en Italia destacaría el gran Laudrup, primero en el Lazio y después en la Juventud de Turin. Desde ahí a España donde jugaría en los dos grandes del fútbol nacional, Barcelona y Real Madrid. Michael no metió muchos goles en sus equipos (al menos para los partidos que jugó), pero que importa cuando el pase es tu mejor tarjeta de presentación. Mientras su Selección sorprendentemente destacó en la Eurocopa de 1992, que él no jugó por sus diferencias con el seleccionador. La acabaron ganando, pasando por encima de equipos como Alemania.
El Barcelona de principios de los 90 se nutrió mucho del juego de un Laudrup, que propició la consecución de 4 Ligas seguidas. La quinta la conseguiría cuando fichó por el Real Madrid, tras sus múltiples suplencias con el Barcelona la temporada anterior. Laudrup, que estuvo en las dos manitas de Barcelona y Real Madrid, brilló en ambos equipos, siendo testigo de la aparición de nuevos valores en tales entidades como Guardiola o Raúl, que acabarían siendo internacionales por España. Pero ¿Laudrup tenía algún defecto?
Si, aunque no motivado por su juego (en parte). Estas fueron las lesiones. En un jugador tan carismático era normal que a algún defensa se le fuera la cabeza y, al no poder pararlo, se excediera en sus entradas, propiciando que fuera a la enfermeria, algo que pudo posibilitar su marcha del equipo blanco, tras dos temporadas.
Laudrup se retiró en el Ajax el año 1998, tras una brillante carrera deportiva y con muchos niños en las plazas y parques queriendo emular aquellos pases que tanto partidos y títulos dieron a los equipos en los que jugó. Y es que hubo una época en la que hablar de Michael Laudrup era hablar del pase de la muerte.
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