Lo dice la Biblia. Ésta cuenta que Dios estaba convencido de destruir a Sodoma y Gomorra por sus muchos pecados. Abraham intercede ante ellos, conminandole a que no las destruya si en la zona encuentra 50 justos. Así, tras varías preguntas en el que el número de justos se va reduciendo, le dice que no la destruya si encuentra a un solo justo. Ese justo era Lot, sobrino de Abraham, el cual escapara con su familia, mientras Sodoma y Gomorra son destruidas. Como si algo parecido ocurriera muchísimos años después, nada podría salvar a España de la guerra y la destrucción, pero en medio de toda esa vorágine de odio, había un hombre justo entre los militares, supuestos garantes de la seguridad y la Ley, que en ese momento era puesta en entredicho. Ese hombre justo se llamaba Domingo Batet Mestres.
Natural de Tarragona (dato a tener en cuenta por lo que vino después) Batet era uno de los más reconocidos Generales de aquella España caótica en la que los militares eran vistos más como un peligro para la estabilidad del país que para una solución. Todo el mundo se acuerda de lo que hizo Franco en favor de la Segunda República en Asturias durante la denominada como revolución del 34, pero... ¿Y Batet?
Al producirse la insurrección de la Generalidad, un ser tan admirado por el independentismo catalán actual como Companys (un antidemócrata y un asesino a tenor de las barbaridades que hicieron sus lacayos durante ese tiempo)
le conminó a Batet, Capitán General de Cataluña, que se pusiera a las órdenes del Gobierno catalán que había proclamado la República Catalana, pero el General, que había jurado lealtad a la República y a España, se puso en contacto con Alejandro LerrouxLerroux, Presidente del Gobierno Español, que le ordenó que declarase el estado de guerra. Batet lo tenía claro: estaba con la legalidad y no con unos golpistas que ya habían hecho de las suyas, secuestrando y asesinando a sangre fría a quienes no pensaran como ellos.
Batet y Lerroux |
Tras diferentes
disturbios, el ejército comandado por
el General Batet toma la plaza de San Jaime, conminando a Enrique Pérez Farrás, que dirigía a los Mossos de Escuadra, para que abandonaran las armas. Al no rendirse, los Mossos comenzaron a disparar contra las tropas, produciendo varías muertes y
heridos no sólo entre militares, sino entre la población civil. Como respuesta, los cañones del ejército español dispararon contra el palacio de la Generalidad de Cataluña. Tras cinco horas, los insurrectos se rindieron y fueron hechos prisioneros. La labor de Batet posibilitó que no hubiera más muertos, arrestando a los cabecillas de la insurrección entre los que se encontraban Companys. Ser justo era respetar la Ley y todo en uno era amar a España.
Otra vez le pusieron a prueba, pero en esta ocasión se lo llevaron por delante. Fue uno de los pocos militares leales a la República y a España cuando el golpe de Estado de 1936 a una forma de gobierno ya difunta desde aquel año de 1934. Batet, al que el General Mola (amigo suyo) le había dado la palabra de que él no estaba implicado en la posibilidad de un golpe, fue arrestado por los insurrectos, que le montaron un consejo de guerra, el cual lo condenó a muerte. Ni uno de los sublevados, Queipo de Llano, gran amigo suyo, pudo evitar la condena auspiciada por otro héroe del 34, Francisco Franco, que a la postre sería dictador.
El 18 de Febrero de 1937 era fusilado un hombre justo, el cual entendía que la defensa de la legalidad vigente era defender a España y a todos los que querían acabar con ella. En este caso, España acabó destruida por la guerra y el único justo entre los militares españoles fue aniquilado.
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