Resulta curioso, pero el primero en conseguir un Oscar al Mejor Actor (todavía no existía el Oscar al Mejor Actor de Reparto o Secundario) fue un hombre que aparte de proceder del teatro (perteneció a la compañía del legendario Max Reinhardt) no era estadounidense, sino un suizo, cuyo nombre era Theodor Friedrich Emil Janenz, pero que tras nacionalizarse alemán sería conocido por su nombre artístico: Emil Jannings.
Jannings fue uno de los grandes interpretes del expresionismo alemán junto a otros de gran carisma como Alfred Abel, Lil Dagover y Conrad Veidt (que haría carrera en los Estados Unidos) entre otros. De todos ellos, Jannings tenía un porte no lejos de compasión que lo hizo el favorito de Murnau, haciendo películas de todo tipo con interpretaciones más que sublimes tales como la de Mefisto en "Fausto, una Historia Popular Germana" (duras fueron las horas y horas de maquillaje) y la de aquel conserje viejo y cansado al que degradan para que limpie los baños del hotel en "El Último".
Mefisto contra el Amor |
Todavía en pleno cine mudo (aunque cercano a la llegada posterior del cine sonoro) rodaría en los Estados Unidos "La Última Orden" maravillosa película que le valdría para ganar el mencionado Oscar al Mejor Actor, el primero de la historia.
Emil Jannings... de Oscar |
El cine sonoro le perjudicó notablemente debido a su pésimo acento inglés (parecían más balbuceos que otra cosa) y decidió regresar a Alemania en 1930. Allí rodaría una de sus películas más recordadas: "El Ángel Azul" en la que un inocente maestro es engatusado por una sensual cantante interpretada por una joven Marlene Dietrich.
No obstante, Jannings caería en desgracia y más cuando tras el ascenso de los nazis se negó a salir de Alemania, algo que tras la derrota alemana le costó no poder interpretar más. Mucho se dijo que si no se fue del país se debió a afinidad ideológica, pero lo más probable es que fuera por hacer más películas. Lo cierto es que durante algunos años fue director de la famosa productora cinematográfica alemana UFA.
En 1950, en Austria, alejado de todos, muere de un cáncer hepático. Apenas nadie se enteró del fallecimiento de tan gran actor procedente de una de las más extraordinarias corrientes cinematográficas, el expresionismo alemán. Efectivamente; nadie pudo oír la última risa de Emil Jannings.
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