Hay rivalidad que trascienden un deporte para convertirse en algo más. Concretamente en el ajedrez hemos visto rivalidades de todo tipo. La Bourdonnais y McDonnell, entre la Francia revolucionaria y la Inglaterra imperial, el cubano Capablanca y el ruso Alekhine, entre una América en crecimiento económico y la Europa comunista y el del estadounidense Bobby Fischer y el soviético Borís Spassky, pero ninguna tan grande y polémica como los años y años de duro enfrentamiento entre los dos grandes del tablero: Anatoli Kárpov y Garri Kaspárov.
Ambos no sólo tenían formas diferentes de jugar, sino eran distintos en cuanto a su forma de ver el mundo y la vida, algo que ocasionó una especie de división en una Unión Soviética condenada al fracaso. Kárpov era el símbolo del ideal soviético: comunista de siempre, miembro del parlamento soviético y Presidente del Fondo Soviético para la Paz; mientras Kaspárov llegó a ser conocido como Hijo del cambio, un hombre deseoso de un cambio social y político en rusia que habría de transformar Rusia junto a otros conocidos de todos como Mijaíl Gorbachov y Borís Yeltsin, haciendo desaparecer los antiguos vestigios de la dictadura comunista.
Ambos se enfrentaron infinidad de veces en finales de Mundiales, entre los que se incluyen el Campeonato Mundial de 1984 por cansancio extremo (más de seis meses jugando) y aunque Kárpov iba ganando, Kaspárov le estaba comiendo la tostada. La suspensión (con la anulación de la misma) posibilitó que se hablara de que detrás dicha suspensión estaban las autoridades soviéticas que no querían que su ídolo perdiera frente a un imberbe llamado Kaspárov que apenas contaba con 21 años.
Años y años de dura rivalidad, cada vez que Kaspárov y Kárpov se sentaban frente a frente con un tablero de por medio toda Rusia se paraba y es que parecierase que se estaba decidiendo el futuro del país por parte de dos hombres completamente antagónicos en todo. Su último duelo fue en el Campeonato Mundial de 1990 en una época en la que Kaspárov ganaba absolutamente todo, mientras el gran Kárpov, aún siendo un grande, se mostraba cada vez más inseguro. Como si fuera casi una predicción trasladada de los tableros a la vida real, 1991 sería el año de la caída del comunismo, el fin de la Unión Soviética.
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