"Los amantes de Teruel están escritos en general con pasión, con fuego, con verdad"
Mariano José de Larra
Se cuenta la historia que habían dos jóvenes en Teruel, Diego de Marcilla e Isabel de Segura que se enamoraron profundamente. Tanto se querían que al poco tiempo proyectaban casarse, pero lo cierto es que Diego, a diferencia de ella, es de una familia modesta y carece de riquezas, algo que haría que el padre de ella lo rechazara. Es por eso que le dijo a su enamorada que, como su padre tan solo lo despreciaba por la falta de dinero, si ella quería esperarlo cinco años, estaría dispuesto a salir a trabajar fuera para poder ganar dinero y hacerse digno de ella y así poder casarse. La joven se lo prometió.
Durante todo ese tiempo, Isabel logró impedir casarse, diciéndole a su padre que había hecho voto de
virginidad hasta que tuviese veinte años. No obstante, los años pasaron y, ante la insistencia de su padre y viendo que el plazo convenido estaba a punto de concluir sin que Diego compareciera, terminó por creer que éste había muerto. El padre organizó la boda con un rico
pretendiente, pero la sorpresa llegó cuando Diego de Marcilla, el cual no había regresado por todo tipo de contratiempos hasta ese momento, volvió. La contradicción era mutua, pues ambos seguían enamorados el uno del otro. La joven le dijo dolida por no haber sabido de él en todo este tiempo: "Quiera Dios que yo falte a mi
marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que
de mí no hagáis cuenta, pues si a Dios no ha complacido, tampoco me
complace a mí". Él dijo otra vez: "Bésame, que me muero". "No quiero" Repuso ella, ante lo que el cayó muerto.
El día siguiente (en el que Diego iba a ser enterrado), la joven Isabel le contó a su marido lo ocurrido. "¡Oh, malvada! ¿Y por qué no lo has besado?". "Por no
faltar a mi marido" contestó ella. "Ciertamente eres digna de alabanzas" dijo él. Es evidente que Isabel aún quería al fallecido, viniendole al pensamiento que por no quererlo besar, había muerto.
Esa mañana una comitiva triste y silenciosa transporta el cadáver del amante depositándolo en el templo. Cuando van a comenzar los funerales, de entre el gentío sale una mujer con la cara velada: es Isabel de Segura, la cual se acerca al cadáver del desafortunado joven.
Destocándose, se acerca a su amado para darle el beso negado en vida, depositandolo en sus fríos labios y se desploma muriendo sobre él. La gente no da crédito. ¡La joven ha muerto! Esta historia española clásica, que mezcla realidad con ficción, entroncandose con la leyenda, es una de las más grandes jamás contadas, teniendo gran predicamento gracias a don Tirso de Molina y Juan Eugenio Hartzenbusch con su obras del mismo título "Los amantes de Teruel" y durante el Romanticismo en el Siglo XIX con Mariano José de Larra. La tradición asegura que ambos, Diego e Isabel, murieron literalmente de Amor y que por tal cosa fueron enterrados juntos, y juntos han permanecido hasta la actualidad.
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