Aquellas personas que hicieron del cinematógrafo no sólo su forma de vida, sino una manera de sentir y llevar sus ideas a los demás eran auténticos visionarios, pero sí encima éstos eran mujeres su heroicidad trascendía más allá del cine para convertirlos en personas que merecen ser reconocidas por su fortaleza, a pesar de las dificultades. Una de esas personas maravillosas que ha sido injustamente olvidado (aunque en ambientes más o menos selectos comienza a destacarse su labor) es Alice Guy.
¿Qué la llevo al incpiente mundo del cine (primeros años del Siglo XX)? Pues la fotografía. Esta francesa, natural de Saint-Mandé, entonces un suburbio de París, entre su labor de secretaria y su pasión por la fotografía y la cultura, trabajó para la la Compañía Gaumont con quien realizó sus primeras películas. Antes de Méliès, ella ya dirigió obras de ficción (de varios géneros: drama, fantasía, policíaco, ...), siendo pionera de los efectos de trucaje (lo que hoy conoceríamos como efectos especiales), aparte de centrarse en la ciencia ficción con una labor minuciosa en el tema de la iluminación, montaje y caracterización.
Alice es considera la pionera del trabajo de productor o productor ejecutivo, rodando además más de 1000 películas a lo largo de su
vida (incluso a finales del Siglo XIX), fundando productoras no sólo en Francia, sino en los Estados Unidos, siendo tanto directora yactriz. Podemos decir que Alice fue la primera persona en literalmente vivir del cine. Lamentablemente (sobre todo con el paso del tiempo) su historia fue injustamente borrada por el hecho de ser mujer.
Sus películas fueron atribuidas llamativamente entre otros a su
marido (que era el camarógrafo Herbert Blaché), a anónimos o no era mencionada, en lo que es un grave error; una tremenda injusticia. Con el decaimiento de la industria francesa y también de su persona, sus últimos días los vivió muy humildemente en los Estados Unidos donde falleció en 1968 con 94 sola y olvidada.
Conviene resaltar además que, a pesar de la marginación que ha sufrido por parte de los historiadores del cine por el simple hecho de ser mujer, en su época fue muy apreciada (y admirada) por los diferentes profesionales.
Sin quitarle mérito a los Méliès o Segundo de Chomón (que en su momento tuvieron una etapa de duro olvido: lo nuevo siempre machaca a lo viejo), conviene señalar a una mujer a la que he de admitir que conocía muy poco hasta hace no mucho y cuya historia merece ser tenida en cuenta en la historia del séptimo arte como una de las grandes pioneras y visionarias del cine. Desde aquí mi más sincero homenaje.
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