De entre las mitologías más ancestrales del hombre, una de las más atrayentes a la par que llamativa es la de los hombres del norte, los nórdicos, entre los que se encontraban los fieros vikingos. Tenían varios Dioses, pero su vida empezaba y terminaba con el Rey de todos ellos: el Dios Odín.
Odín tenía un papel muy complejo dentro de la ya de por si intrincada mitología nórdica. Esencialmente era el Dios de la sabiduría, la guerra y la muerte, aunque en menor medida, también lo era de la magia, la poesía, la profecía, la victoria y la caza.
Odín residía en el Asgard, en el palacio de Valaskjálf, que construyó el mismo, encontrándose su trono, el Hliðskjálf. Desde allí observaba con su único ojo (puesto que el otro lo sacrificó para obtener la sabiduría) lo que sucedía en cada uno de los nueve mundos. En las batallas blandía su lanza (Gungnir) y montaba su corcel de ocho patas (de nombre Sleipnir).
Odín en la batalla |
Odín era hijo de Bor y de la giganta Bestla, así como esposo de Frigg y padre de muchos de los dioses de los cuales el más conocido es Thor, Dios del Trueno. Con matices, pero podemos considerar a Odín como el equivalente en la mitología nórdica del Zeus griego.
Como dios de la guerra, Odín se encargaba de enviar a sus hijas, las valquirias (que alcanzarían gran fama a nivel cultural gracias a la inmortal obra de Wagner del mismo nombre) a recoger a los guerreros heroicos muertos en batalla, que se sentarían a su lado en el Valhalla donde preside los banquetes.
Las valkirias |
Sin embargo, a diferencia de muchas mitologías, la historia de Odín y los Dioses nórdicos no acaba bien. En el final de los tiempos, Odín guiará a los Dioses y a los hombres contra las fuerzas del caos en la batalla del fin del mundo, el Ragnarök. Según estas creencias, Odín morirá, siendo devorado por el feroz lobo Fenrir. Una nueva época llena de caos llegaría a la tierra.
Las creencias en Odín y los Dioses nórdicos propias del norte de Europa (de las zonas actuales de Noruega, Suecia y Dinamarca, así como gran parte de las actuales Alemania y Rusia) perecerían en gran medida gracias a la expansión del Cristianismo. Una expansión que, sin embargo, no evitó el conocimiento sobre la existencia de unos seres como Odín, que durante muchos siglos fue el terrible Rey de los Dioses nórdicos.
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