martes, 8 de octubre de 2019

Las pensiones: origen y evolución

Hay muchos tipos de pensiones, pero éstas se dividen dos: las pensiones contributivas, las cuales estarían destinadas a un sujeto trabajador (seguro de desempleo cuando estuviese en el paro, la pensión de jubilación cuando hubiera dejado de trabajar por la edad y la pensión de invalidez destinadas a personas que no pudiesen trabajar por una enfermedad o patología temporal o definitiva) y las pensiones no contributivas (también llamadas prestaciones no contributivas) destinadas a personas que no hayan cotizado, pero se vieran ante la necesidad de recibir dinero debido a su faltas de ingresos y que tiene que ver mucho con los menores o las viudas (pensión de sobrevivencia, de orfandad, de viudedad y alimenticia). 


Ni que decir que cuando hablamos de pensiones o pensionistas por lo general nos referimos a los jubilados o, en su defecto, a los que cobran una pensión de viudedad, que lo más normal es que sean mujeres debido a que de media ellas viven más que ellos. Sin embargo, también son muy habituales las pensiones por invalidez (enfermedad, dolencia, mutilaciones...) y que dependiendo de los diferentes grados, puede incapacitar a la persona para trabajar y, por lo tanto, ganarse la vida.
El origen de un sistema de pensiones lo tenemos precisamente en el histórico motor de Europa, la entonces joven nación de Alemania (formada a partir de diferentes Estados germánicos, a partir de la guerra franco-prusiana en 1871) y en una época muy anterior, aunque no especialmente lejana. A principios de los años 80 del Siglo XIX (hablamos por lo tanto de los años 1880), el Canciller Otto Von Bismarck (sobran las presentaciones) tenía un problema. Desde los sectores obreros alemanes se le exigia una serie de reformas que tuvieran que ver con las condiciones de vida no sólo durante su étapa laboral, sino posterior y eso sin contar la gran cantidad de discapacitados que había entonces. Antes, los viejos y discapacitados eran (dicho de la forma más cruda) un estorbo para las familias, ya que, una vez retirados o incapacitados, no contribuian a la hacienda familiar. Es por eso que para quitarse el problema de encima, Bismarck preparó el primer programa de seguro social en el que el Gobierno contribuiría a las pensiones de los alemanes.

Napoleón III y Bismarck

"Aquellos que están incapacitados para trabajar por edad e invalidez tienen el derecho de ser cuidados por el Estado" anunció orgulloso el Canciller, cuyo Gobierno estableció inicialmente que la edad de jubilación y, por lo tanto, la edad para comenzar a cobrar la ayuda del Estado sería los 70, pero la rebajó a los 65, puesto que en esos momentos era una edad que se acercaba a la esperanza de vida de aquel entonces, la cual eran los mencionados 70. 
Si nos vamos a mi país, España, los primeros pasos que se dieron para implantar los seguros de vejez fueron con Antonio Maura, cuyo Gobierno aprobó el Seguro Obligatorio del Retiro Obrero a través del Real Decreto-Ley de 11 de marzo de 1919. 
El derecho a las pensiones volvió a aparecer en las Leyes Fundamentales con Franco antes incluso de acabar la guerra civil. En 1938, creó el reconocido Fuero del Trabajo, que recogía en su artículo X en el apartado 2 que "se incrementarán los seguros sociales de: vejez, invalidez, maternidad, accidentes del trabajo, enfermedades profesionales, tuberculosis y paro forzoso, tendiéndose a la implantación de un seguro total. De modo primordial se atenderá a dotar a los trabajadores ancianos de un retiro suficiente". Ni que decir que en todos esos temas de carácter social tuvo que ver mucho la falange. En los años 60 llegó la seguridad social. 


En 1985 se aprobó con el Gobierno de Felipe González una reforma de la seguridad social que endurecía el acceso a las pensiones contributivas que fue una de las causas de una tremenda huelga general en 1988, la cual fue probablemente la más seguida de la historia de España, precisamente porque la UGT, el sindicato de cabecera del PSOE, se unió a la misma. El hito histórico lo tuvimos en 1995, con la firma del Pacto de Toledo, el cual se actualizó en el año 2013. 
En el año 2000, partiendo del pacto de Toledo, la "malvada" derecha española dirigida por José María Aznar creó el Fondo de Reserva de la Seguridad Social, conocido vulgarmente como "la hucha de las pensiones", que literalmente funciona precisamente como una hucha, ya que es un sistema de emergencia, que, independientemente de las crisis económicas que vengan, atiende las prestaciones contributivas en caso de no poder hacerlo con los fondos con los que actualmente se nutre el sistema, valiendose de excedentes procedentes de la Seguridad Social, por lo que si los ingresos de la mencionada Seguridad Social superan a los gastos, el ahorro se destina a crear una reserva (o hucha) para garantizar las pensiones contributivas, atenuando los efectos de las crisis, garantizando el equilibrio del sistema. Eso se conoce como financiación de la la hucha de las pensiones.


El problema de las pensiones no lo tenemos tanto en los ciclos económicos, sino en un tema de corte social. Cuando las pensiones fueron creadas por Alemania en el mencionado (y lejano) 1880 a bombo y platillo por el insigne Canciller, el nivel de vida era mucho más bajo y el número de nacimientos era inmenso. Si nos vamos a la actualidad: en España la media de edad es de 85 años, pero hay gente que puede llegar hasta los 90 o los 100, mientras el número de nacimientos decrece de forma alarmante en apenás algo más de un niño de media y, de hecho, en la actualidad se considera como familia numerosa a una familia con 3 hijos cuando durante el franquismo había familias que llegaban a los 6, 7 u 8 hijos como mínimo. Parece que lo que era sostenible en la Alemania del Siglo XIX en base no a un tema económico, sino social, no lo es en países como la España actual con pocas muertes, pocos nacimientos y que, en épocas de crisis económica, destruye una gran cantidad de empleo, llegando a tener cifras de más del 20% de paro, aunque el salario que se cobra tampoco es que te saque de la pobreza.

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