Ayer pasó un suceso terrible. Cuando caía la aguja de la Catedral de Notre Dame pareciese como si el corazón se me encogiese; como si me ardiese el Alma y es que, más allá de que fue un símbolo parisino y francés o que sea un templo católico, por todo lo que significa en cuanto a historia y arte, las personas de bien sufrimos hasta el punto de que notabamos como si estuviese ardiendo algo de nosotros mismos.
No quiero ni comentar los desagradables tuits o mensajes de personas indeseables que están pululando y que demuestran el odio que existe en una sociedad carente de valores donde hay seres indeseables capaz de lo peor. Prefiero quedarme con lo grande que es el ser humano; como es capaz de levantar una Catedral tal majestuosa e impresionante. Maravillas como Notre Dame representa algo de lo divino que hay dentro del ser humano, capaz de construir auténticas obras de arte. Por eso, ésta como tantas magníficas edificaciones u obras artísticas, más allá de emplazamientos y confesiones religiosas, son Patrimonio de la Humanidad.
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