Imaginense estar volando en un avión cuando uno de los pasajeros parece estar dormido... o muerto. Un asesinato se ha cometido en las nubes; un asesinato imposible dado que todo el mundo tenía que haber visto al presunto criminal y, por lo tanto, era imposible pasar desapercibido.
Agatha Christie nos presenta una nueva historia de su Herculé Poirot que en ese caso es un pasajero que vuela en el Prometheus (repite el concepto del detective que por casualidad se encuentra con el crimen, mientras viaja al igual que "Asesinato en el Orient Express") desde París hasta Croydon en Londres, Reino Unido. Poco antes de aterrizar, una de las pasajeras, Madame Giselle, una prestamista, aparece muerta.
La Reina del suspense |
Inicialmente se piensa que la causa de su muerte es la picadura de una avispa, pero Poirot descubre que ha sido un pequeño dardo envenenado, aparentemente disparado desde una cerbatana. Ha sido un asesinato, que ha podido cometer cualquiera y se teme que fuera porque en su labor de prestamista, la tal Giselle usara el chantaje. El hecho de que tuviera una hija a la que había abandonado de pequeña en un orfanato, pudiéndola heredar a su muerte es otra variante (¿quizá alguna de las pasajeras fuese su
hija? ¿o uno de los pasajeros estuviese confabulado con ella?).
Lo difícil y casi irresoluble lo tenemos en una novela que nos mantiene en tensión desde el principio, dada que apenas tenemos unos pocos sospechosos, sin aparente relación con la fallecida (aunque no todos: La Condesa de Horbury parece que empeño determinados objetos) siendo llevados por el siempre metódico Poirot. ¿Quién es el criminal capaz de cometer un asesinato delante de todos sin que nadie se de cuenta?
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