"Guarda aquellas aguas y aquellos ríos el horrible barquero Caronte, cuya suciedad espanta; sobre el pecho le cae desaliñada luenga barba blanca, de sus ojos brotan llamas; una sórdida capa cuelga de sus hombros, prendida con un nudo: él mismo maneja su negra barca con un garfio, dispone las velas y transporta en ella los muertos, viejo ya, pero verde y recio en su vejez, cual corresponde a un dios"
Virgilio, Eneida VI,297–303
En la Antigua Grecia se tenía por costumbre enterrar a los muertos con una moneda debajo de la lengua. Ésta era para el barquero, aquel que se encargaba de llevar las sombras errantes de los muertos de un lado a otro del río Aqueronte (aunque Virgilio en su "Eneida" dice que era la laguna Estigía). Esta moneda era en pago a los servicios prestados; esta moneda era para Caronte, el barquero de Hades.
Caronte o Carón (en griego antiguo Χάρων Khárôn, que significa "brillo intenso") era hijo de era el hijo de Érebo y Nix y tradicionalmente se le representa como un anciano, flaco y gruñón, el cual porta un enorme remo, encargado de llevar a la barca con sus tripulantes a su oscuro destino.
Sólo cuatro vivos lograron cruzar dos victoriosos el Aqueronte, a pesar del barquero: uno fue Heracles (Hércules), el héroe troyano Eneas, Orfeo para traer de vuelta a su amada Eurídice (a quien perdió en su viaje de vuelta) y Psique.
Sería el barquero uno de los primeros personajes con uno de los que se encontraría Dante en su transito por los infiernos. Lo importante: al gran Dante Alighieri, maestro de la literatura universal, no se le olvido darle óbolo para cruzar el Aqueronte.
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