Se cuenta que de la unión de Zeus, Rey de los Dioses, y Deméter (hija de Cronos y Rea y, por lo tanto, hermana del propio Zeus), Diosa de la fertilidad y el trigo, nació Perséfone de la que Hades, Dios del Inframundo y tío de la joven, se enamoró. Perséfone se encontraba recogiendo flores en compañía de sus amigas las ninfas Atenea y Artemisa, y en ese momento la tierra se abre y de la grieta sale Hades, que la toma y se la lleva al parecer con la complicidad del mismisimo Zeus.
De esta forma, Perséfone se convirtió en la diosa de los Infiernos. Su madre Deméter, a la cual estaba muy unida, inició unos largos y tristes viajes en busca de su adorada hija, siendo durante este tiempo cuando la tierra se volvió estéril. Zeus se arrepintió y ordenó a su hermano Hades que devolviera a Perséfone, pero esto ya no era posible. Se dice que probar cualquier producto del Tártaro implicaba quedar encadenado a él para la eternidad y la joven ya había comido un grano de granada del mismo.
Fue entonces cuando Zeus propuso un pacto: Perséfone pasara parte del año en los confines de la Tierra, junto a Hades, y la otra parte sobre la tierra con su madre, siempre y cuando Deméter prometiera cumplir su función germinadora, volviendo al Monte Olimpo.
La historia mitológica nos dice que el origen de la primavera radica en este rapto, pues cuando Perséfone es llevada a los Infiernos, las flores se marchitan y mueren dando pie al Otoño e Invierno, pero cuando regresa, las flores renacen por la alegría que les causa el retorno de la joven en lo que sería la hermosa primavera. Así que ya saben que ocurre cuando las flores se entristecen.
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