"No tengo nada más que ofrecer que; sangre, ímprobo esfuerzo, sudor y lágrimas"
Winston Churchill
Entre el 7 de Septiembre de 1940 y el 21 de Mayo de 1941 los británicos padecieron infinidad de bombardeos por parte de la aviación de la Alemania nazi, la cual se había propuesto hacer algo que nadie había hecho: conquistar Inglaterra.
La ciudad más atacada fue Londres con unas 71 ocasiones en las que la población vivía con el temor de que la parca en forma de aviador nazi se cruzara con ellos. Hasta 57 veces en plena noche los británicos tuvieron que protegerse en metros de la ciudad para protegerse de las bombas. Eso no evitó que hubiera muertos; muertos y más muertos productos del odio, que tuvieron en sus principales víctimas a niños, mujeres, etc.
Estos ataques produjeron la lucha en los cielos que sería conocida como la batalla de Inglaterra en la que Royal Air Force (RAF) del Reino Unido y la Luftwaffe combatieron a muerte por obtener la superioridad aérea definitiva. Los británicos eran (y son) grandes aviadores, muy superiores a los alemanes y supieron aprovecharse de los errores estratégicos por parte de los nazis, que perdieron la oportunidad de conquistar Inglaterra y por ahí comenzaron a perder la guerra (y con la fallida invasión de la URSS también), ya que los aliados utilizarían las islas como base de operaciones y desde allí se planificaría e iniciaría el famoso día D o la invasión de Normandía. Pero ¿Qué decir de la población civil? ¿Cómo sobrevivieron al horror que vino del cielo?
Puede que fuera por esa tan cacareada flema británica tan característica o simplemente por carácter, pero nunca perdieron la esperanza. No sólo no los desmolarizaron, sino que cual ave fénix renacieron de sus cenizas para salir adelante. Su esperanza era la esperanza del mundo.
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