Hay una historia relacionada con la zona costera de El Médano en Granadilla de Abona en la isla de Tenerife como la de Peña María, recogida por don Leocadio Machado en su novela "El Loco de la Playa"; la leyenda nos es relatada en la obra por don Leocadio en la boca del doctor Luis Gilpérez, el cual, tras recalar en El Médano, le cuenta a su hija María que una vez oyo de unos pescadores la historia una mujer que esperó junto a la orilla el regreso de su amado, el cual nunca volvió, acabando ella por transfigurarse en una gran roca que se halla en la ribera:
"Parece ser que en el siglo pasado, o antes, vivieron en Granadilla dos amantes, llamados Juan y María. El se embarcó para América en busca de fortuna; y ella juró esperarle permaneciendo fiel a su amor. Años más tarde recibió María una carta de Juan, en que le participaba que ya era rico y que embarcaría pronto en un buque que salía con rumbo a Tenerife, conduciendo también a otros varios indianos, que venían a terminar sus días en la tierra natal. María esperó, ansiosa, la llegada del barco; mas pasaron primero los meses y después los años sin que llegara a Canarias, ni se supiera jamás cual fue su fin. Unos decían que una fuerte tormenta lo hizo naufragar; otros que un buque pirata lo había apresado, matando a la tripulación y pasajeros, y llevándose todo el oro que tan afanosamente habían adquirido los que llenos de ilusiones regresaban a la querida tierruca; pero lo cierto fue que María no supo más de Juan, y que poco a poco el sonroseo de su cara se fue convirtiendo en amarillez de muerte. Salía con frecuencia de su casa y marchaba a campo traviesa hasta llegar a la playa del Médano, que entonces carecía de viviendas; se sentaba sola y como alma en pena sobre esta roca, y se pasaba los días esperando la llegada de Juan. Acabó por olvidarse de regresar a Granadilla y por no hablar con persona alguna, llegando a decirse que se quedó muda y sólo salía de su garganta un congojoso rugido, análogo al bramar de las olas. Los pescadores le daban por lástima alguna comida, y, cada vez más triste y escuálida, con la flotante cabellera completamente blanca, acabó por desaparecer, como Juan, sin que jamás aquéllos encontrasen su cuerpo ni los harapos de su traje, por lo que unos decían que el mar, piadoso y condolido, la arrastró hasta unir sus restos a los de su amante, y otros aseguraban que un trasgo encantador la convirtió en roca, que antes no existió, y que es la actual Peña María"
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