Si hay algo que hace a los adultos ser niños es sin lugar a dudas la Navidad. Y no hay nada como la noche especial de aquellos magos de oriente que fueron a adorar al niño Jesús.
Aun recuerdo con que ilusión me dormía cuando aun era un niño. Y la maravilla crecía a medida que se acercaba la mañana y como al despertarme me encontraba paquetes cuidadosamente puestos. Esto forma parte de la ilusión tan grande que despiertan aquellos Magos de Oriente en los niños de medio mundo. Una ilusión tan grande que casi podíamos tocar a sus reales majestades.
Quizá los adultos deberíamos de vez en cuando tener la misma ilusión con muchas cosas de nuestra vida. Una ilusión maravillosa que, de alguna manera, nos haga recordar aquellos días de nuestra infancia en los que, junto a otras cosas, esperábamos a sus Majestades de Oriente.
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