domingo, 19 de enero de 2014

Aquel Discurso de Gettysburg

La Democracia tal como la concebimos tiene muchos años, pero sería aquel día de Gettysburg donde el ser humano quedaría consagrado a buscar la libertad. Una libertad en la que los políticos lucharan por ella.


El 19 de Noviembre en Gettysburg, Pensilvania, se dijeron muchos discursos. Dichos discursos se pronunciaron en una dedicatoria del Cementerio Nacional de los Soldados cuatro meses y medio después de la Batalla de la ciudad durante la cruenta guerra civil estadounidense.


El discurso importante era el del diplomatico y excelso orador Edward Everett. Un discurso brillante, es verdad, pero que quedaría ensombrecido por el del Presidente Lincoln que, siendo más corto que el de Everest, ha pasado a la historia como uno de los más brillantes. El discurso traducido al español es este:
Hace ochenta y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada en el principio de que todas las personas son creadas iguales. 
Ahora estamos empeñados en una gran guerra civil que pone a prueba si esta nación, o cualquier nación así concebida y así consagrada, puede perdurar en el tiempo. Estamos reunidos en un gran campo de batalla de esa guerra. Hemos venido a consagrar una porción de ese campo como lugar de último descanso para aquellos que dieron aquí sus vidas para que esta nación pudiera vivir. Es absolutamente correcto y apropiado que hagamos tal cosa.
Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar. El mundo apenas advertirá y no recordará por mucho tiempo lo que aquí digamos, pero nunca podrá olvidar lo que ellos hicieron aquí. Somos, más bien, nosotros, los vivos, quienes debemos consagrarnos aquí a la tarea inconclusa que los que aquí lucharon hicieron avanzar tanto y tan noblemente. Somos más bien los vivos los que debemos consagrarnos aquí a la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos muertos a los que honramos tomemos una devoción incrementada a la causa por la que ellos dieron la última medida colmada de celo. Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.
Este breve discurso de Lincoln resonó por toda la nación, siendo uno de los más recordados de la historia. En esas pocas palabras, supo sin lugar definir lo que debe significar la Democracia para todo ciudadano que se dedique a la política. Esperemos que algún día se pueda conseguir el ansiado sueño de Lincoln en el que "el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo" no desaparezca de la Tierra.

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