"Milana bonita, Milana bonita" así se refería Azarías a la cría de una pequeña grajilla a la que él quería con toda su alma. Azarías era uno más de la familia de campesinos que trabajaba para unos señores del cortijo. Así empieza la novela de don Miguel Delibes: Los Santos Inocentes.
Aparte de que, como suele ocurrir en el universo de Delibes, aparece la caza en la obra se nos presenta la dicotomía entre los pobres campesinos, explotados por unos señores despiadados, los cuales los tratan y disponen de ellos como si fuesen muebles; como si fuesen de su propiedad, por no hablar de su critica hacía la incultura generalizada de un país como aquel... y es que la novela, publicada en 1981, está ambientada en la década de los 60, en pleno franquismo. Y es verdad que aunque no se haga una referencia especial, también lo es que se habla como reciente el Concilio Vaticano II, con una religiosidad concreta, también muy presente en la obra delibiana (permitanme el palabro).
Todo gira en esa familia y muy especialmente en Azarías y Paco el Bajo, personajes como toda su familia, humillados por los señores y que viven en medio de la injusticia y la miseria no ya de la sociedad en si, sino la proporcionada por aquellos para quienes trabajan. Y ni que decir que es una pena lo que le pasa a la Milana, aquella Milana como símbolo de lo terrible que lo pasaban aquellos pobres campesinos en aquella España profunda.
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