Se cuenta que se daba tanto por hecho que Brasil iba a ganar la final de la Copa del Mundo de 1950 (la del celebre "Maracanazo") que Jules Rimet, Presidente de la FIFA, haciendo algo que no había hecho hasta ahora, fue a unos vestuarios a ensayar el discurso que daría en portugués antes de entregar la Copa. La sorpresa llegó cuando le informaron de que Uruguay había ganado. El discurso a la porra y entrega de la Copa que llevaba su nombre al ganador sin decir al menos una palabra.
Hoy en día se habla de las corruptelas de la FIFA, pero no siempre fue así. Fue una organización creada por un grupo de gente a la que le atraía el football y que vieron la necesidad de crear un ente balompédico a nivel global. Rimet era uno de esos hombres.
Los fríos datos dicen que fue Presidente de la FIFA, creador de la Copa del Mundo, cuyo trofeo que ganó Brasil en propiedad, se llamó como él a partir de 1946, Presidente de la Federación Francesa de Fútbol Presidente del Red Star Football Club, pero lo cierto es que Rimet tuvo que lidiar con varios asuntos.
Con el trofeo que llevó su nombre |
Uno de los más graves fue la confrontación entre la FIFA y los ingleses, que al ser los inventores del deporte se creían superiores al resto y no obligados a competir en igualdad de condiciones. Los ingleses que se fueron en los años 10 no entrarían nuevamente en la FIFA hasta 1946.
Saludando a Puskas antes de la final de la Copa del Mundo de 1954 |
Por otro lado, la Copa del Mundo tuvo muchos problemas desde la primera edición con muchos equipos europeos que se negaron a viajar a Uruguay, sede del campeonato, por su lejanía. El país charrua en venganza no participó en los de 1934 y 1938 que ganó Italia en una época en la que la organización internacional fue muy criticada por darle la sede a un país con un régimen totalitario (la Italia de Mussolini).
Sin Rimet no podría entenderse la evolución del fútbol durante las primera mitad del Siglo XX, asociando al deporte con el hermanamiento entre países en disputa del mayor logro jamás imaginable. Fruto de esto llegó a ser nominado al Premio Nobel de la Paz. Ya llevaba un año retirado; un año después fallecía con 83 años, recibiendo todos los honores como uno de esos hombres que hizo todo por y para el fútbol.
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