Hubo una época en la que el cultivo de la cochinilla salvó la vida a más de una familia canaria. La cochinilla es el resultado de la desecación natural de las hembras adultas del insecto hemíptero de la familia de los cóccidos conocido tradicionalmente como cochinilla (su nombre científico es Dactylopius coccus), el cual, tras ser recolectado de las palas de la tunera es usado para la extracción de un colorante natural de tonalidad rojiza o carmín, que fue durante mucho tiempo muy reconocido y utilizado por todo el mundo, llegando hasta las cortes europeas.
El cultivo de la cochinilla en las Islas Canarias se introduce en el primer tercio del Siglo XIX en que una época en la que se plantea la sustitución del motor económico que representaron los cultivos del azúcar (para saber más...) y la vid (para saber más...), los cuales habían perdido con respecto de otros competidores muchos más baratos como Portugal en el caso del vino y América y las Antillas en el caso del azucar. Es verdad que dicha época coincide con el auge de la industria textil en el viejo continente, el cual demandaba todo tipo de sustancias tintóreas, destacado muy especialmente el carmín.
La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife, el canónico de La Laguna don José Quintana Estévez y don Santiago de la Cruz hicieron posible que el cultivo de la cochinilla se introdujera en la isla de Tenerife para a continuación propagarse por todo el Archipiélago, dado el buen clima existente en las islas.
Los años 40, 50 y 60 fueron los más importantes para el cultivo de la cochinilla y la exportación del tinte a países como Inglaterra, que inicialmente fue el cliente principal, para alcanzarse acuerdos de comercio con otras naciones como la francesa. El poseer plantaciones de cochinilla era garante de prosperidad, cambiándose incluso por el dinero en forma de trueque, pero todo tiene su fin. La llegada de los sintéticos o colorantes artificiales (de coste mucho más bajo que el de la cochinilla) hizo que el cultivo de la misma pasara a ser menos importante tal y como le había pasado al azucar y al vino años atrás.
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