Hay una leyenda que nos dice que a finales del Siglo XVIII, en la América colonial, en la zona de Belén perteneciente a Guadalajara, en Jalisco, llegó un hombre simplemente conocido como don Jorge.
Hombre inmensamente rico, don Jorge compró una gran hacienda, pero por algún motivo no terminaba de caerle bien a algunas personas porque, según cuentan, tenía unas costumbres extrañas como la de salir a altas horas de la noche o ir siempre de negro.
Fue en ese momento cuando de repente algunos animales comenzaron a aparecer muertos, sin sangre y con señales de haber sido mordidos en el cuello, pero la gente lo atribuyó a una epidemia hasta que los que comenzaron a aparecer muertas fueron las personas. Una noche la gente del pueblo decidió hacer una batida para buscar al asesino... hasta que encontraron a don Jorge mordiendo a una más de sus víctimas en el cuello. Todo parecía claro: don Jorge era un vampiro.
Fue en ese momento cuando de repente algunos animales comenzaron a aparecer muertos, sin sangre y con señales de haber sido mordidos en el cuello, pero la gente lo atribuyó a una epidemia hasta que los que comenzaron a aparecer muertas fueron las personas. Una noche la gente del pueblo decidió hacer una batida para buscar al asesino... hasta que encontraron a don Jorge mordiendo a una más de sus víctimas en el cuello. Todo parecía claro: don Jorge era un vampiro.
A pesar de que inicialmente se propuso un exorcismo, finalmente todo el pueblo abogó por clavarle una estaca y arrancarle el corazón a semejante ser. Mientras la estaca era enterrada, el vampiro gritaba y juraba que regresaría a vengarse de todos.
El cuerpo fue enterrado en el Panteón de Belén, pero poco tiempo después un árbol comenzó a crecer en la tumba rompiendo todo lo que alrededor había y dejando en duda a la gente, pues de acuerdo a las creencias, en el momento en que el árbol sea cortado o las raíces terminen de romper la lápida, el vampiro regresará para cumplir su venganza.
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