Cuando tuvo lugar aquel accidente aéreo de Superga en 1949, que hizo perecer a aquel Gran Torino de los años 40 (probablemente el mejor equipo italiano no ya sólo del momento, sino de la historia), hubo una gran conmoción que trascendió al propio fútbol. Los accidentes de avión, aunque menos frecuentes, son terribles y el hecho de que fallecieran ídolos deportivos de muchísima gente, hizo que se hablara de esta tragedia, que más o menos se repitió años después con el accidente del Manchester United con motores y alas congeladas.
El año siguiente se volvía a disputar la Copa del Mundo después de doce años con una guerra mundial en medio. La competición se jugaría en Brasil, la segunda vez que se organizaba en territorio americano después de la accidentada primera edición en la que muchas federaciones se negaron a participar.
Fue tal el miedo a que ocurriera algo durante el vuelo a Brasil que la federación italiana organizó el viaje... en barco.
Así una Italia, que era vigente campeona del Mundo (bicampeona tras ganar en 1934 y 1938) y que había perdido a medio combinado porque la mayoría de sus jugadores eran del Torino) fueron en barco, en un viaje tortuoso en el que, mientras las otras selecciones ya entrenaban en Brasil, ellos lo hacían en la cubierta del barco, echando más de un balón al agua.
Estaban encuadrados en el grupo 3 donde les tocó Suecia y Paraguay. Perdieron contra los suecos por 3-2, ganando a los paraguayos por 2-0, quedando segundos tan solo por detrás de Suecia, que acabó tercera en la clasificación mundialista. A pesar de lo terrible del viaje, no les fue especialmente mal a los italianos.
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