Aristipo, natural de Cirene, fue el fundador de la conocida como escuela Cirenaica, la más famosa defensora de lo que solemos llamar hedonismo ("buscar el placer como bien supremo). Aristipo fue alumno de Socrates (aunque adoptó una perspectiva muy diferente a la de su maestro) y entre sus alumnos encontramos a su propia hija, Areta.
Aristipo defendía el placer físico como la base de la felicidad, siempre que uno fuera capaz de no dejarse dominar por el propio placer (hedonismo ético).
En realidad fue muy coherente. Era un asiduo visitante de las prostitutas (llamadas hetairas), en especial la bella cortesana Lais. Una vez le preguntaron por qué pagaba a una mujer que no tenía problema en otorgar sus favores y su cuerpo a otros, a lo que contestó: "Es que yo le pago para que duerma conmigo, no para que no duerma con otros". Por otro lado, solía ir a esos sitios acompañado de uno de sus pupilos. Una vez, acompañado por uno de ellos, el cual sentía vergüenza de entrar ahí, resistiéndose a entrar. Su maestro le calmó, diciéndole en lo que es un resumen perfecto del hedonismo ético que enseñaba: "Lo malo no es entrar, sino no poder salir".
Otra anécdota. Un día, mientras viajaba en barco, se desató una peligrosa tormenta que hizo que el filósofo se aterrorizase. Eso propició la broma de los curtidos marineros. Uno de ellos le preguntó: "¿Cómo es que tú, un hombre sabio, teme perder la vida, mientras que un ignorante como yo no tiene miedo?" Aristipo le respondió: "La explicación es, como tú mismo reconoces, que tenemos vidas muy distintas que salvar y a mí no me importaría perder la vida si fuera como la tuya".
Aristipo defendía el placer físico como la base de la felicidad, siempre que uno fuera capaz de no dejarse dominar por el propio placer (hedonismo ético).
Lais de Corinto |
En realidad fue muy coherente. Era un asiduo visitante de las prostitutas (llamadas hetairas), en especial la bella cortesana Lais. Una vez le preguntaron por qué pagaba a una mujer que no tenía problema en otorgar sus favores y su cuerpo a otros, a lo que contestó: "Es que yo le pago para que duerma conmigo, no para que no duerma con otros". Por otro lado, solía ir a esos sitios acompañado de uno de sus pupilos. Una vez, acompañado por uno de ellos, el cual sentía vergüenza de entrar ahí, resistiéndose a entrar. Su maestro le calmó, diciéndole en lo que es un resumen perfecto del hedonismo ético que enseñaba: "Lo malo no es entrar, sino no poder salir".
Otra anécdota. Un día, mientras viajaba en barco, se desató una peligrosa tormenta que hizo que el filósofo se aterrorizase. Eso propició la broma de los curtidos marineros. Uno de ellos le preguntó: "¿Cómo es que tú, un hombre sabio, teme perder la vida, mientras que un ignorante como yo no tiene miedo?" Aristipo le respondió: "La explicación es, como tú mismo reconoces, que tenemos vidas muy distintas que salvar y a mí no me importaría perder la vida si fuera como la tuya".
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