sábado, 23 de junio de 2018

La (caótica) transmisión de apellidos... en España

Es curioso, pero es dificil seguir desde un punto de vista genealogico las raices de una persona, dado el caos que hubo con los apellidos hasta no hace mucho tiempo.  De hecho, los genealogistas dicen que hubo una relativa libertad total en cuanto a la transmisión de apellidos en España desde la aparición de éstos hasta comienzos del Siglo XIX en España.


Es verdad. Podría ser normal que en España hubieran hermanos con distintos apellidos o con el orden cambiados, pudiendo hacer uso de los apellidos del padre, de la madre e incluso de los abuelos. Sólo con el paso del tiempo comienzan a aparecer personas que usaban el apellido paterno antes que el materno, pero siempre había excepciones. 
Lo primero que hay que tener en cuenta es que no había ninguna ley que resgulara el uso de los apellidos porque se consideraba que el uso de los mismos era algo personal o privado. No era preciso autorización para usar un apellido u otro. La única excepción a esta "anarquia de los apellidos" era el caso en que se adoptase un apellido con intención de engaño, fraude o se pretendiese dañar a terceros (ejemplos: para escapar a la justicia, aparentar una filiación o parentesco que no le correspondía, para reclamar bienes de forma fraudulenta, para suplantar a otra persona con objeto de dañarla, etc.). Sólo ahí un tribunal podía entrar a considerar sobre la materia.

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En general, los primeros hijos o primogenitos utilizaban el apellido paterno para preservar la rama familiar generalmente asociada al varón (el concepto de primogenitura fue históricamente muy fuerte en España), lo que hacía que los segundos, terceros, cuartos hijos y demás tuvieran más libertad a la hora de usar apellidos. En el caso de los hijos fuera del matrimonio, la adopción formal de esos hijos implicaba la adopción de los apellidos formales del padre. También se podía renunciar a los apellidos en función de cuestiones más bien economicas tales como renuncia de una herencia. Otras causas para escoger un apellido y otro podría ser la utilización de apellidos familiares más altisonantes o bien considerados (que no eran necesariamente el paterno), el deseo de emprender nuevas vidas (para escapar de la justicia o a la hora de convertirse a la Fe Cristiana), la renuncia al apellido paterno por disputas familiares, la costumbre en algunas zonas de que las hijas llevasen los apellidos de la madre.
El caos (a menos visto desde hoy en día) de los apellidos implicaba incluso a las personas nobles. Un ejemplo lo vemos en los Señores territoriales de las Islas Canarias, el matrimonio formado por Diego García de Herrera e Inés Peraza. Tuvieron cinco hijos (pueden ver que las dos últimas hijas ni siquiera usaron el apellido paterno o materno):
  • Pedro García de Herrera (el primogenito).
  • Hernán Peraza, Primer señor de La Gomera y El Hierro.
  • Sancho de Herrera, primer Señor de Lanzarote.
  • Constanza Sarmiento, primera señora de Fuerteventura.
  • María de Ayala.
A pesar de que cada Reino hispánico, cada comarca, cada población y casi cada familia podía presentar ciertas peculiaridades, la variabilidad en el uso de apellidos se fue reduciendo hasta el XIX, generalizandose la costumbre de usar el apellido paterno como principal de la familia y cada vez más se fue fijando hasta que tuvo rango de Ley.
Durante ese tiempo, también hubo territorios como los Condados catalanes en los que pervivió el criterio de que la mujer al casar perdía su apellido y adoptaba el del esposo, por lo que los hijos heredaban solo el paterno (el de ambos padres). Eso era (y todavía es) muy habitual en la Europa occidental.


Hoy en día, se pueden cambiar el orden de los apellidos paterno o materno (desde 1999) o incluso (en este caso recientemente) que los apellidos de la madre predominen sobre los del padre. La legislación española, por otro lado, permite la unión de dos apellidos para formar un apellido compuesto para que el segundo apellido (el que proviene de la madre), el cual no es corriente, no se pierda. No obstante, ya no existe la anarquía de otros siglos donde los apellidos podían bailar.

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