Miguel Ángel tuvo un problema muy gordo a la hora de pintar el Juicio Final, tras 22 años después de haber terminado el encargo inicial de Julio II. Cuando pintó la Capilla Sixtina en su momento tuvo problemas tales como, a pesar de haber pintado diversas obras, Miguel Ángel era esencialmente escultor. Después estuvieron las prisas de Julio II con trabajos de horas y horas que lastraron su salud y la de sus ayudantes y con el Juicio Final llegaron con... ¡los desnudos!
Encargado por Pablo III (pintar la bóveda de la Capilla Sixtina) era extraño que algún religioso demostrase su descontento (por decirlo finalmente) a que Miguel Ángel pintase a los ángeles y santos de una forma poco honesta. "Los desnudos no están bien en este lugar" reza el fragmento de una carta enviada al Cardenal Ercole Gonzaga. El extraordinario juicio final, muy alejado de los tradicionales, con un Jesús con complexión atlética, cara enfadada y sin barba, unida a un montón de cuerpos desnudos, incluidas un montón de mujeres musculadas acabó por desatar una polémica en lo que calificó el escritor Pietro Arentino como "una impiedad de religión" al mostrar tales formas en un recinto sagrado.
Lo cierto es que estamos ante una de las obras más reconocidas de su autor, que nos legó para la posteridad uno de los Juicios Finales más extraordinarios de la historia del arte.
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