Quevedo, aquel grande de las letras españolas, tenia tanto talento como mala leche, algo que más que una crítica es un elogio, dado que gracias a ello nos dejo muchas anécdotas, algunas de las cuales ya les he relatado con anterioridad.
Don Francisco, Cada noche, al regresar de su ronda por las tabernas de la Villa y Corte, se detenía a orinar (o miccionar, en lengiaje culto) en la calle (concretamente en la calle del codo), algo muy habitual por parte de muchos por aquel entonces y que enfadaba a los vecinos. Para evitar tales evacuaciones, algunos ponían cruces o algún santo en las puertas.
Por lo visto, Quevedo tenía la costumbre de utilizar comúnmente un determinado portal como urinario. Un día se encontró en él una cruz y, fiel a sus costumbres, siguió orinando. El vecino, supongo que bastante cabreado, puso junto a la cruz un cartel con el texto: "Donde se ponen cruces no se mea". Quevedo, en su siguiente visita a su "urinario partícular", al encontrarse eso, escribió debajo "Donde se mea no se ponen cruces". Lo dicho: genio y figura.
Por lo visto, Quevedo tenía la costumbre de utilizar comúnmente un determinado portal como urinario. Un día se encontró en él una cruz y, fiel a sus costumbres, siguió orinando. El vecino, supongo que bastante cabreado, puso junto a la cruz un cartel con el texto: "Donde se ponen cruces no se mea". Quevedo, en su siguiente visita a su "urinario partícular", al encontrarse eso, escribió debajo "Donde se mea no se ponen cruces". Lo dicho: genio y figura.