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domingo, 7 de octubre de 2018

Las desamortizaciones

Aunque muchos han querido ver en las desamortizaciones una especie de antecedente a una efectiva separación entre Iglesia y Estado, siendo utilizadas por los liberales como arma política, lo cierto es que el Estado con estas actuaciones sólo pretendía obtener dinero de aquello que se llamaban las "manos muertas" que no eran otra cosa que la Iglesia y ordenes religiosas, expropiando forzosamente sus posesiones, que bien podían ser bienes inmuebles o tierras (los cuales las habían obtenido como beneficiarias de donaciones, testamentos y abintestatos) para ponerlos al mercado mediante subasta publica. En general, las desamortizaciones siempre estuvieron vinculadas a los problemas de deuda pública. 


Los ilustrados, ya en época de Carlos III, propusieron tal medida (incluyendo en ellas a los Municipios), debido a que propiedad amortizada, generalmente tierras, estaba mal cultivada o mal aprovechada, quedando al margen del mercado, pues no se podían vender, hipotecar o ceder y para colmo no tributaban a la Hacienda Real por los privilegios que detentaban sus propietarios. Desde el punto de vista eclesial se vio como un ataque directo a la Iglesia; desde el punto de vista del resto se vio como un paso más en la época que sería conocida como la crisis del Antiguo Régimen y con ello la crisis del poder de la Iglesia sobre la política, algo que se comprobó con la expulsión de los jesuítas precisamente en época de Carlos III. Lo cierto es que todo era por dinero.

Caricatura anticlerical

Entre los partidarios de tales acciones encontramos al conde de Floridablanca, Ministro de Carlos III, (con su informe reservado de 1787 donde se quejaba de los perjuicios principales de la amortización) o Pablo de Olavide y Gaspar Melchor de Jovellanos, los cuales propusieron vender los terrenos baldíos, pertenecientes a los Ayuntamientos y que (como su nombre indica) no daban fruto. 


Las desamortizaciones las conocemos basicamente por aquellas en la que se expropiaron bienes a la Iglesia Católica. Aunque estas comenzaron con Carlos III, la primera desamortización como tal fue la conocida como desamortización de Godoy (aunque fue llevada a cabo por el Secretario de Estado Mariano Luis de Urquijo junto con el Secretario de Hacienda, Miguel Cayetano Soler), la cual tuvo lugar en 1798 obteniéndose permiso por parte de la Santa Sede para expropiar los bienes de los jesuitas y de obras pías que eran una sexta parte de los bienes eclesiales. Entre dichas propiedades había colegios mayores e incluso hospitales. 
Hubo varias desamortizaciones, aunque la más conocida e importante fue la llevada a cabo por Juan Álvarez Mendizábal conocida como desamortización de Mendizabal donde se entraba de lleno con la supresión de todos los monasterios. Es conocida también por sus errores: las comisiones municipales, haciendo uso de su poder, manipularon los grandes lotes, haciéndolos inasequibles a los pequeños propietarios pero pagables por las oligarquías de la época. 
Años después, durante el llamado bienio progresista del Reinado de Isabel II, tuvo lugar otra desamortización, conocida como desamortización de Madoz (por el Ministro de Hacienda Pascual Madoz) en la que hubo mayor control que en la de Mendizabal (todos podían hacerse con alguna propiedad), declarándose en venta todas las propiedades basicamente de los Ayuntamientos, del Estado, del clero, de las Órdenes Militares, cofradías, obras pías, Santuarios, del ex infante Don Carlos, de los propios y comunes de los pueblos, de la beneficencia y de la instrucción pública. Sólo estaban las excepciones de las Escuelas Pías y los hospitalarios de San Juan de Dios, únicamente por que se dedicaban a la enseñanza y atención médica de forma respectiva. 

Pascual Madoz

Desde un  punto de vista social, las desamortizaciones llevadas a cabo durante el Siglo XIX hicieron que aumentara la casi siempre escueta riqueza nacional, creando (lo más importante) una clase media de labradores, los cuales fuesen propietarios de las parcelas que ellos mismos cultivaban ("la tierra para quien la trabaja" se diría hace no tanto tiempo) y crear condiciones capitalistas, que siempre han defendido los liberales tales como la propiedad privada o un sistema financiero fuerte para que el Estado pudiera recaudar más y sobre todo mejores impuestos. En una época de grandes gastos (generalmente por las guerras o Gobiernos no precisamente buenos), las desamortizaciones supusieron un alivio para las arcas públicas.

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