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martes, 22 de diciembre de 2020

El crimen del siglo. La extraña familia Alexander

Este suceso tuvo lugar en la calle Jesús Nazareno en el centro de Santa Cruz de Tenerife. Tuvo lugar el 16 de Diciembre de 1978 y los agentes que se personaron horas después en la primera planta del número 37 no daban crédito a lo que estaban viendo.


Ante sus ojos veían los cuerpos descuartizados de tres mujeres esparcidos por varias partes de la vivienda. Dichos cuerpos correspondían a los de Dagmar, de 41 años, y a sus hijas, Marina, de 17, y Petra de 15. A los tintes terribles de la situación, se unía el sobrecogedor hecho de que el crimen había sido llevado a cabo por el hijo y hermano de las víctimas Frank, de 16 años, y su padre Harald, de 39, pero... ¿Cómo se había generado tal suceso macabro?
Los Alexander eran originarios de Dresde, Alemania, mudándose posteriormente a Hamburgo, donde Harald, el cual había pasado 15 años en un centro psiquiátrico, se convirtió en discípulo de George Riehle, líder de la Sociedad Lorber, una secta formada por Jacob Lorber a principios del siglo XIX que enseñaba la abnegación inquebrantable y sostenía la creencia de que todos los que no eran miembros de su grupo eran malvados y se guiaban por el diablo. Era la conjunción perfecta para un enfermo mental como Harald Alexander, que conoció a Riehle en Hamburgo y lo cuidó durante sus últimos días. Cuando falleció, Harald le anunció a su esposa que había heredado el liderazgo de la Sociedad Lorber, aparte de un viejo abrigo fetiche y un órgano portátil con mecanismo de acordeón que proporcionaba acompañamiento musical en sus extrañas reuniones. Los vecinos de la casa de los Alexander en Santa Cruz de Tenerife relataron a la prensa, que las sesiones de cantos, órgano y oraciones que se escuchaban en el piso de aquellos alemanes día tras día y que duraban horas y horas. Todos también coincidían en que era una familia extraña y con poco trato con los demás vecinos.

Las asesinadas 

Cuando nació su hijo Frank, Harald le dijo a su esposa que ahora era el "profeta de Dios" y que todos sus caprichos debían ser obedecidos, algo que no sólo aceptó ella, sino sus propias hijas, convirtiéndose literalmente en sus sirvientas e incluso en sus esclavas sexuales. Aparte de las asesinadas, también se hallaba Sabine (que era gemela de Petra) y que en ese momento estaba trabajando, librándose del brutal crimen.
Los rumores sobre la extraña familia Alexander ya circulaban por Hamburgo, siendo investigados incluso por la policía, por lo que aprovechando que la madre había heredado 20.000 marcos, se deciden a comprar unos terrenos en los Cristianos, trasladándose a la calle Jesús Nazareno de Santa Cruz de Tenerife.
El doctor Trenkler, un médico alemán en cuya consulta de de San Cristóbal de la Laguna trabajaba Sabine como empleada donestica (las otras trabajaban cuidando niños y el padre era albañil), al oír la conversación entre padre hija donde no sólo confesaba el crimen, sino que decía que era necesario, alertó al Consulado de Alemania en la Isla y ellos, a su vez, llamaron a la Policía que finalmente detuvieron a padre e hijo,  yendo a la casa donde encontraron tan dantesca escena.


No les voy a relatar lo que vieron los agentes dado lo truculento de dicha escena, pero si que Frank (según relato de el mismo) "reaccionó" cuando, según el mismo, vio en su madre los "ojos del diablo". Interpretó su sonrisa como un gesto desafiante y cogió una percha de metal y comenzó a darle golpes en la cabeza hasta dejarla inconsciente. Minutos después la remataría, algo que haría con sus hermanas, mientras su padre tocaba el órgano. Después vendrían las mutilaciones (que, como ya comenté, no voy a describir). Sin embargo, habían pasado 48 horas desde los asesinatos hasta el descubrimiento de los cadáveres. ¿Qué había pasado en ese lapso de tiempo?
Después de lo que ellos llamaban "sacrificio", padre e hijo se ducharon, se cambiaron de ropa y se dirigieron al sur de Tenerife, un trayecto que duraría unas tres horas (largo por aquel entonces). Su primera intención era escapar a Alemania, pero en su momento se habían deshecho de toda su documentación, incluyendo el pasaporte. Pasaron la noche en en Adeje, con cerca de 25.000 pesetas en el bolsillo (cantidad bastante importante para una familia de clase media-baja) y ya por la mañana se dirigieron a Santa Cruz de la Laguna para decir lo que había pasado a Sabine. El 17 de Diciembre llegan a la villa del doctor Walter Trenkler, pidiendo ver a Sabine. El doctor la encontró en la cocina preparando una comida y le dijo que su padre y su hermano estaban en el patio y que querían verla. Y el resto ya lo conocemos, llevándose al descubrimiento de los restos en la casa del horror.
Harald y Frank de asumieron los hechos que habían cometido, casi vanagloriándose por lo que ellos llamaban "acción purificadora". La defensa solicitó su reclusión en un psiquiátrico, mientras el fiscal pedía la pena de muerte para Harald. Para Frank pidió 40 años de reclusión menor. Y todo eso, mientras la prensa mencionaba tal suceso como el "crimen del siglo".

Padre e hijo durante el juicio 

Al final, el tribunal absolvió a los acusados de los delitos de parricidio y asesinato debido a que eran "autores no responsables" y "por concurrir en los mismos la eximente de enajenación mental". A su vez tendrían que abonar 900.000 pesetas a Sabine Alexander.  La sentencia del 26 de Marzo de 1972 ordena su internamiento "en uno de los establecimientos destinados a los enfermos de aquella clase, del cual no podrán salir sin previa autorización de este tribunal”. Harald y Frank fueron internados al Centro Asistencial Psiquiátrico Penitenciario de Madrid.
En 1990 escapan e incluso la Interpol lanza una orden de busca y captura internacional, pero se pierde su rastro definitivamente. Hasta aquí el terrible caso de la extraña familia Alexander con un suceso que parece propio de una película de terror, pero que es tristemente real. 
PD: en el caso de que sigan vivos, Harald Alexander tendría algo más de 90 años y Frank Alexander tendría cerca de 70 años.

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