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sábado, 6 de junio de 2020

La querida cebra del Infante don Luis

No era extraño hasta épocas relativamente recientes que las clases altas tuvieran animales considerados exóticos o seres que en su momento parecían extraños y que hoy vemos hasta con naturalidad. La ideas ilustradas influyeron mucho en eso dada la expansión geográfica que se vivió a tenor de ello. Una de las personas que se interesó por estas especies fue el Infante don Luis, sexto hijo de Felipe V y su segunda esposa Isabel de Farnesio y hermano de Carlos III.


Don Luis Antonio Jaime de Borbón y Farnesio (pues ese era su nombre completo), XIII Conde de Chinchón, coleccionó una gran variedad de animales exóticos, destacando entre sus posesiones un pequeño zoológico conocido como "El Gallinero" y levantado en su Palacio de Boadilla del Monte en uno de las muchas y conocidas como Casas de Fieras que hubo en toda Europa, siendo la más reconocida la de Versalles.

El Infante don Luis

Tenía muchos animales el Infante, pero su más querida posesión era una imponente cebra, un animal extraordinario, que ya de por sí cautivaba a todo el mundo como cualquier ejemplar de su especie. Estos animales, que dada su velocidad eran muy difíciles de capturar, eran traídos por mercantes holandeses y portugueses, se pagándose increíbles fortunas por ellos.
Tal era el valor de su cebra que en 1774 el Infante encargó a Luis Paret y Alcázar, su pintor de cámara, que la inmortalizara en una de sus obras... y así fue. El realismo de la pintura es tal que demuestra hasta que punto lo bien cuidada que estaba la cebra.
Al morir la cebra, el Infante ordenó que la disecaran, pero el ejemplar se perdió para desgracia nuestra. Para la inmortalidad nos queda la preciosa obra de Paret, que se conserva en el museo del Prado, pero fuera de exposición (ignoro el motivo).

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