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sábado, 6 de junio de 2020

¡Ay, Lolita! ¡Mi Lolita!

"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lolita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.
Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita"
Leyendo Lolita uno se da cuenta del escándalo que pudo suponer en su momento. Hay muchos tabúes y la gran mayoría son referentes al sexo. Pero poner como protagonista a un ser depravado como Humbert Humbert, que se vanagloria de sentirse atraído por las menores de edad, casi niñas (a las que llama ninfulas; supongo que es una palabra proveniente de las mitológicas ninfas), era demasiado.


Porque efectivamente Dolores Haze fue la perdición de Humbert, llevándose a casarse con la madre de su amante, al secuestro y por último a matar. 
Vladimir Nabokov tuvo muchos problemas con su obra. Que un hombre tuviese una relación seudoincestuosa (recordemos que era su hijastra) era perverso y aunque pudiera darse el caso en la vida real, ponerlo a la palestra... y es que Nabokov, a pesar de escribir varias novelas, siempre será recordado por su Lolita.

El autor 

Eso no impidió que participara de forma activa en la adaptación de Kubrick, que evidentemente trajo polémica y eso que se eliminaron algunas partes escabrosas de la obra, entre ellas que la protagonista, interpretada fenomenalmente por Sue Lyon, tenía 14 cuando la realidad del libro es que al comienzo tiene 12 años. 


Entre el romanticismo, la obsesión y la parafilia, Lolita es sublime porque es básicamente la historia de un perdedor; un hombre que pierde todo por su única obsesión: Lolita; su Lolita.

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