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lunes, 24 de diciembre de 2018

Pues eso... ¡Feliz NAVIDAD!

Ahora que parece que vivimos (desde hace mucho tiempo) en un mundo consumista en el que a la gente no le importa endeudarse, donde parece que muchos actúan de forma hipocríta (no se hablan en todo el año y sólo lo hacen cuando llega la Navidad) y parece que la sociedad se ha secularizado tanto hasta el punto de que ya no te dicen el nombre de la festividad, sino que se limitan a decir esa entelequia absurda de "Felices fiestas", yo (al igual que muchos) digo ¡Feliz Navidad!
No es momento para tristezas y sí, es verdad que hay familiares que desgraciadamente se han ido (los recuerdos aunque bonitos, pueden llegar a ponernos algo tristones) y que hay mucho consumismo en torno a esta fiesta, pero eso pasa basicamente porque hemos perdido la esencia de lo que es. Para los cristianos es una fiesta muy importante y como tal debe ser tomada. Me parece bien que alguien no la celebre, pero que no la diluya con aquello del "felices fiestas" porque la Navidad es lo que es y no se puede esconder. 
En todo caso, más allá de la religión, para aquellos que hablan mal de la Navidad por el evidente consumo que hay durante esta fiesta (quitando evidentemente el tema religioso), tres ejemplos de lo que significa la Navidad. Me quedo con el Cuento de Navidad de Dickens, el realce del Espíritu Navideño patrocinado por el Doctor Seuss en su "Como el Grinch Robó la Navidad" y la fabulosa epopeya navideña de Capra, "¡Qué Bello es Vivir!".  Eso refleja muy especialmente el sentir de una fiesta cristiana como la Navidad.

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