"Conócete a ti mismo"
Inscripción que se hallaba en el Templo de Apolo en Delfos
En la villa de Delfos, al pie del monte Parnaso, se hallaba uno de los más importantes Templos dedicados al Dios Apolo, contándose que en el mismo se reunían las musas y nayades, las cuales desplegaban todo su arte, mientras el propio Apolo tocaba su lira. Allí se hallaba el famoso oráculo de Delfos, el cual llegó a ser era uno de los centros religiosos más importantes de todo el mundo helénico que ponía al solicitante, generalmente Reyes o gobernantes (normalmente antes de un gran evento como un conflicto bélico), en contacto con el Dios, que les hacía una predicción llena de simbolismo.
La palabra oráculo procede del latín "oraculum", pudiendo significar tanto la
respuesta de una divinidad a una pregunta, como la propia divinidad o el
santuario o Templo en el que la cuestión fue respondida y muchos pueblos (no sólo el mundo helénico) basaron su acción de gobierno y guerra en los propios oráculos, los cuales eran una manera de predecir el futuro. En el caso del de Delfos, para consultarlo, había que trasladarse hasta el propio Templo, ofrecer a Apolo una tarta hecha con miel y sacrificar una cabra, que se quemaba en una hoguera rociándola con agua. Si el cuerpo del animal temblaba durante la ofrenda, significaba que Apolo accedía a hablar.
El oráculo estaba a cargo de una anciana pitonisa, la Pitia, y un hombre, el Profeta. Tras la pregunta que le hacía el solicitante, la sacerdotisa, instalada en la cripta del templo e inclinada sobre su trípode, entraba en comunicación con el Dios.
El oráculo estaba a cargo de una anciana pitonisa, la Pitia, y un hombre, el Profeta. Tras la pregunta que le hacía el solicitante, la sacerdotisa, instalada en la cripta del templo e inclinada sobre su trípode, entraba en comunicación con el Dios.
Mientras ella masticaba hojas de laurel, espolvoreaba harina y bebía largos tragos del agua que manaba de la fuente sagrada. Si sus palabras eran demasiado simbólicas y por lo tanto ininteligibles para los mortales (algo habitual por cierto), el profeta se encargaba de interpretarlas.