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jueves, 17 de agosto de 2017

La rebelión cantonal

Fue uno de los momentos más complicados de la historia de España en el Siglo XIX (y es mucho decir). Durante la Primera República Española tuvieron lugar unos sucesos gravisimos, que tiñeron de sangre las tierras hispanas, obligando a la intervención militar para acabar con la revuelta. Porque efectivamente fue una revuelta y el cantonalismo en España amenazó con acabar no ya con un débil sistema republicano, sino con el propio país. 


La idea de algunos era que España avanzase desde un país netamente unitario a un país federal, compuesto por cantones o pequeñas naciones que conformaran el Estado. La idea fue liderada por el Presidente del Poder Ejecutivo de la República Francisco Pi y Margall, apoyado por los supuestos sectores centristas y moderados del Partido Republicano Federal. Pero Pi no contaba con que serían precisamente los radicales los que llevarían la voz cantante hasta el punto de proclamar cantones en algunas zonas de España. También había una fuerte división entre los republicanos: estaban los unitarios, que rechazaban el federalismo (y eran apoyados por los militares), y los federalistas, que querían una Constitución que avalase su propia forma de concebir el Estado (la incompleta Constitución Federal, que nunca llegó a aprobarse). Entre los federales estaban los moderados y los intransigentes. Precisamente estos últimos, cansados de esperar, decidieron instaurar una república federal por su cuenta y riesgo. 

Francisco Pi y Margall

Así, se inició una rebelión el 12 de Julio de 1873 en Cartagena (el tristemente famoso cantón de Cartagena), extendiéndose en los días siguientes por las regiones de Valencia, Murcia y Andalucía. En estas zonas se formaron algunos cantones (Cantón: Unidad territorial en que se puede subdividir un país), cuya federación constituiría lo que sería la base de la República Federal Española. La violencia estalló por las calles entre partidarios del cantonalismo y los que se negaban a él, llegando a haber amenazas, linchamientos públicos y asesinatos. 

Pi y Margall desbordado por el federalismo y regionalismos

Pi y Margall no supo hacer frente a la situación (eso de combinar persuasión con represión nunca ha salido bien) y dimitió y sería su sustituto, Nicolás Salmerón, el que utilizaría al ejercito dirigido por los Generales Arsenio Martínez Campos y Manuel Pavía para acabar con la rebelión. El último en caer fue el de Cartagena, siendo condenados a muertes los insurrectos. Salmerón, contrario a la pena de muerte desde su juventud, para no firmar las sentencias de muerte, dimitió de su cargo (enlace).

Bandera del cantón de Cartagena

Poco tiempo después tendría lugar el famoso golpe de Pavía que si bien no acabó con la República de facto, la dejó herida de muerte, dando lugar a la dictadura del General Francisco Serrano. El pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto acabaría definitivamente con el cadaver republicano, posibilitando la vuelta de la Monarquía a España en la persona de don Alfonso XII.

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