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domingo, 16 de abril de 2017

En la mente de Monty Clift

Su espiral de autodestrucción debido a su adicción al alcohol y los calmantes lo llevó a la tumba con apenas 45 años y aún con todas se convirtió en uno de los más grandes del cine, convirtiéndose en todo un icono para las generaciones de los años 40 y 50. 


Y no tuvo mejor debut en Hollywood que con "Río Rojo" de Howard Hawks, teniendo como compañero de reparto al mismísimo John Wayne. Después llegarían "Los Ángeles Perdidos" (por la que fue candidato a los Oscars) y "La Heredera". Ya en esos años se hablaba de Clift como ese joven actor de interpretaciones sensibles, emocional y una belleza melancólica que creo un nuevo rol en todo personaje protagonista. Monty no era un tipo duro; era "el tipo de hombre que una mujer querría cuidar" (palabras textuales de la época).


Luego conoció a Liz Taylor con la que mantuvo una gran amistad hasta su muerte. Cuando tuvo lugar el accidente que le desfiguró la cara, ella lo cuido desde el comienzo, protegiéndolo de los "buitres" periodistas sensacionalistas que querían sacar lo peor de su amigo. Sí; Liz era evidententemente una mujer que cuidaba muchisimo a ese hombre sensible de mirada atrayente. 

Liz y Monty

No podemos olvidar que incluso protagonizó una película de Hitchcock (acuerdense del Sacerdote en "Yo Confieso"), hizo de soldado en "De aquí a la Eternidad" o de doctor en "De Repente, el Ultimo Verano" con su querida Liz; siempre Liz. 


Todo eso, mientras su adicción a los calmantes (tras el accidente) y el alcohol lo mataba poco a poco, pero no era de esas estrellas fulgurantes que se lo tenían creído más al contrario la fama lo dejaba cada vez más solo, aunque la compañía de Liz era un gran consuelo para su Alma, que se consumía poco a poco. 1966 vería como moría uno de los más grandes hijos del cine. Clift, a pesar de el mismo, había alcanzado la inmortalidad. 

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