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martes, 1 de noviembre de 2016

“Todo por y para Tenerife”

El 16 de Noviembre de 1904 fallecía un hombre de honor. De forma repentina había muerto el Marques de Villasegura, don Imeldo Serís Granier y Blanco, uno de las más reconocidas personalidades españolas del momento. No obstante, a pesar de irse muy joven a Madrid, siempre tuvo a las islas Canarias y muy especialmente a Tenerife en su corazón. 


Descendiente de una notable familia de origen francés, Seris estuvo 24 años en la Armada española antes de dedicarse a la política, obteniendo distinciones y condecoraciones en virtud de su labor en el ejército en especial en la guerra de los diez años en Cuba. 
Decir que don Imeldo era un gran parlamentario es evidente, aunque en España siempre hubo grandes oradores (no ahora, precisamente). Inicialmente fue senador por la Provincia de Canarias (sólo existía una con capitalidad en Santa Cruz de Tenerife) y después en el Congreso por la misma Provincia.
Serís fue uno de los pocos parlamentarios que supo entender la problematica cubana a la que no se estaba teniendo en cuenta, reconociendo la profunda estima que sentía hacía la isla donde había pasados sus estudios durante ocho años y la guerra, la cruenta guerra. La historia le daría la razón cuando tuvo lugar la guerra hispano-estadounidense, que hizo que España perdiera las colonias de ultramar. 
Pero por encima de todo estuvieron sus queridas Islas Canarias y muy especialmente Tenerife, siempre Tenerife. Serís hizo gestiones para traer el primer tranvía a la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, aparte de conseguir que se  construyeran las primeras carreteras de Granadilla y Candelaria al Médano, el restablecimiento de los juzgados de San Cristóbal de La Laguna y La Orotava, así como del Colegio de Abogados y la exención del impuesto a los carbones. Su lema siempre fue “todo por y para Tenerife”.
Serís fue uno de los políticos más destacados de la Restauración. Alfonso XII le nombró gentilhombre de Cámara con ejercicio, aparte de darle el título Marques de Villasegura. Entonces llegó su repentina muerte aquel día de 1904. Tenía 56 años.
Que su funeral fuera "sencillo, recatado, digno,..." había dejado escrito don Imeldo Serís. No obstante, su entierro constituyó una gran manifestación de duelo, acudiendo numerosos representantes de la aristocracia, la política, las armas y las letras, así como la colonia canaria residente en Madrid, los cuales querían rendirle tributo al honorable don Imeldo Serís. Sus restos fueron trasladados posteriormente a un mausoleo artístico en el que también están los de sus padres y hermanos, del cementerio de San Rafael y San Roque de Santa Cruz de Tenerife, la ciudad que le vio nacer.
Foto: CC José Grillo licencia

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