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jueves, 12 de mayo de 2016

Apolo y Dafne

Apolo, uno de los reconocidos Dioses del Olimpo y gran cazador, quiso matar a la temible serpiente Pitón que se escondía en el monte Párnaso. Habiéndola herido con sus flechas, la siguió, en su huída hacía el templo de Delfos. Allí acabó con ella mediante sus certeras flechas.


El mítico templo de Delfos era un lugar sagrado donde se pronunciaban los oráculos de la Madre Tierra. El resto de Dioses se sintieron ofendidos porque allí se hubiera cometido un aasesinato, queriendo que Apolo reparase de algún modo lo que había hecho. Sin embargo, el orgulloso Apolo reclamó Delfos para sí mismo y se apoderó del oráculo, fundando además unos juegos anuales que debían celebrarse en un gran anfiteatro, en la colina que había junto al templo en los que serían conocidos como juegos píticos en honor de Apolo, vencedor de la serpiente pitón.
Apolo, extremadamente alegre por la victoria conseguida sobre la serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del Dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan niño:
"¿Qué haces, joven afeminado -le dijo-, con esas armas? Sólo mis hombros son dignos de llevarlas. Acabo de matar a la serpiente Pitón, cuyo enorme cuerpo cubría muchas yugadas de tierra. Confórmate con que tus flechas hieran a gente enamoradiza y no quieras competir conmigo"
Irritado, Eros se vengó de Apolo disparándole una flecha, que le hizo enamorarse locamente de la hermosa ninfa Dafne, hija de la Tierra y del río Ladón, mientras a ésta le disparó otra flecha que le hizo odiar el Amor y especialmente el de Apolo.


Apolo la persiguió día y noche y cuando parecía que iba a darle alcance, Dafne pidió ayuda a su padre, el río, que la transformó en laurel (en otras versiones, pide ayuda a su madre Gea. La metamorfosis de Daphne ha sido magistralmente descrita por el inmortal Ovidio:
"Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas, los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza"
Este nuevo árbol no obstante, es el objeto del amor de Apolo, y puesta su mano derecha en el tronco, comprueba que aún palpita el corazón de su amada dentro de la corteza.


Asi abrazando las ramas como miembros de su cariño, del Amor que sentía hacía Dafne,  besa aquél árbol que parece rechazar sus besos, su incomprendido Amor. Por último le dice:
"Pues veo que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás un árbol consagrado a mi deidad. Mis cabellos, mi lira y aljaba se adornarán de laureles. Tú ceñirás las sienes de los alegres capitanes cuando el alborozo publique su triunfo y suban al capitolio con los despojos que hayan ganado a sus enemigos. Serás fidelísima guardia de las puertas de los emperadores, cubriendo con tus ramas la encina que está en medio, y así como mis cabellos se conservan en su estado juvenil, tus hojas permanecerán siempre verdes"

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