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martes, 8 de diciembre de 2015

Sam Spiegel el cinéfilo

Sí había algo que movió a Samuel P. Spiegel fue el cine. Spiegel rompió esa idea que se tiene del productor que sólo busca obtener ganancias a toda costa. Mucho antes de que Spiegel despegara, produciendo grandes clásicos del cine, había probado suerte en Hollywood, aunque sería en Alemania donde comenzó a producir adaptaciones de la Universal Studios. 


Sin embargo, nos encontramos en una época difícil en la que Spiegel tuvo que moverse mucho debido al carácter no sólo totalitario, sino racista de los propios nazis y es que Samuel era hijo de un padre alemán de origen judío y su madre era polaca. Sam nació en lo que era el Imperio Austro-Húngaro, desaparecido tras la Gran Guerra del 14 y cuyo territorio estaba dominado por el nazismo. 


Spiegel con Marlon  Brando... y sus padres

A pesar de producir varias películas de cine independiente, Spiegel vio que su futuro podía depender del cine estadounidense, por lo que decidió regresar a Hollywood, tras una breve escala en Méjico. A partir de los 40, nacería la estrella de Sam Spiegel. 

De izquierda a derecha: Peter O'Toole, Sam Spiegel y David Lean

Spiegel produjó autenticos clásicos del cine como "La Ley del Silencio", "El puente sobre el río Kwai", "De Repente, el Último Verano", "La Jauria Humana", "Lawrence de Arabia" o "La Noche de los Generales" entre muchas grandes obras que le valieron recibir hasta tres Oscar a la Mejor Producción. 

Recibiendo un Oscar de manos de Olivia de Havilland

Un hombre que en muchas de sus producciones se la jugó considerablemente como cuando produjo "La Ley del Silencio" dirigida por un Elia Kazan muy criticado tras su polémica intervención durante la Caza de Brujas del Senador Joseph McCarthy, con "El Puente sobre el Río Kwai" donde sus guionistas estuvieron en la famosa lista del mencionada McCarthy o con "La Jauria Humana" donde se hacía una fuerte crítica a la sociedad estadounidense. Su Amor al cine fue mucho más allá de todo eso. 


En 1963 recibió el Premio en memoria de Irving Thalberg por sus contribuciones a la industria cinematográfica, algo bien merecido para un hombre que, sin haber sido director, guionista o actor, allá por donde pasó dejó una estela de buen cine.

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