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viernes, 1 de mayo de 2015

El Príncipito que nos recordó nuestra infancia

"A Leon Werth:
Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta pe rsona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria: A LEON WERTH CUANDO ERA NIÑO"
Así empieza una de las historias más sorprendentes de la literatura. Escrita por un hombre, Antoine de Saint-Exupéry, que no era escritor de pura cepa, sino un brillante aviador. Un hombre que nos devolvió a todos la capacidad de ser niños al menos por un instante. La posibilidad de ver más allá de lo que lo hacemos habitualmente... y es que no hay nada como la imaginación de un niño.


Esta historia estaba dirigida para los niños, pero no era solo para los niños.  En medio del desierto de la madurez está un piloto que se encuentra a un niño. Un niño que le recuerda aquella época en la que sus ojos veían mucho más de lo que lo hacían los adultos como cuando ellos veían un sombrero en el dibujo que él había dibujado, mientras lo que el había pretendido mostrarles era a una boa que se había comido a un elefante.

¿Sombrero o boa con un elefante dentro?

Reconozco que en el momento que lo leí por primera vez, me costó entenderlo. Con el tiempo lo releí y no es que simplemente me gustara, sino que es uno de mis libros favoritos; al que le tengo mucho cariño.Toda una obra que nos muestra la importancia de las cosas sencillas frente a la incomprensión adulta.


En el mencionado  prólogo, decía el autor que "todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan)" y es verdad. Pero es precisamente este libro el que nos enseño a recordarlo día a día porque no hay nada más puro que la mirada de un niño para darnos cuenta de la importancia de las cosas y así nos lo dijo el propio Saint-Exupéry: "Esto que veo aquí no es más que una corteza. Lo verdaderamente importante es invisible".

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