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domingo, 26 de mayo de 2013

Agustín y la Trinidad

Agustín se había levantado muy temprano. Apenas había dormido aquella noche. Y es que no había parado de darle vueltas a la cabeza. "¿Cómo es posible que Dios siendo uno pueda llegar a ser tres personas?" Las realidad de Dios le fascinaban tanto como le inquietaban y la Trinidad no dejaba de ser algo que terminara de encajarle. 
Pensativo, decidió dar un paseo por la playa. Ésta estaba desierta, la gente todavía no se había despertado y por lo tanto sólo se oía el rumor de las olas chocar contra las rocas. De pronto, al alzar la vista ve a un niño, que está jugando en la arena. Se frota los ojos y se pregunta si sera posible que a estas horas pudiera haber un niño. "¿Se habrá perdido?" se pregunta. Pero lo más inquietante para Agustín fue que el niño recogiera una y otra vez agua del mar y la pusiera en un pequeño agujero que el mismo había hecho.

 
El niño hace esto una y otra vez, hasta que Agustín, sumido en una gran curiosidad, se acerca al niño y le pregunta: "¿Qué haces?" El niño, que acababa de echar más agua en el agujero, le dijo: "Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo". San Agustín ses sonríe y no puede evitar una sonora carcajada. Le dice: "Pero eso es imposible. No ves que el agujero es demasiado pequeño para poner toda el agua del mar". El niño mirándole a los ojos, le dice: "Más difícil es que tú trates de entender el misterio de la Santísima Trinidad".
En ese momento Agustín comprendió que la mente del ser humano es tan pequeña como para entender, desde nuestra imperfección humana, los Misterios Sagrados, la grandeza misma de Dios.


Agustín de Hipona llego a convertirse en uno de los grandes humanistas de la Iglesia, con magnificas obras llenas de Amor hacía Dios. Años después, cuando ya había muerto, fue elegido Santo. Uno de los grandes doctores de la Iglesia, el cual esa mañana, en la playa, se dio cuenta de la difícil comprensión del ser humano de los Misterios de Dios.

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