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jueves, 16 de octubre de 2014

Invitados al castillo de Drácula

Este es sin lugar a dudas uno de los personajes literarios más conocido por todos. Y paradojicamente es el más desconocido. Y no por el simple hecho de haber o no leído la novela, sino por las continuas adaptaciones que han de forma premeditada o no tergiversado partes de unas de las obras cumbres de la literatura. 


Quizá esa fuera la pena de un Bram Stoker, que vio como ningún otro de sus escritos alcanzo la trascendencia del vampiro más famoso de la historia. Una novela que ya de por si es extraña. No era habitual que en la época de Stoker, como en cualquiera anterior o posterior, el villano fuera el que diera título al libro. Por otra parte, es una obra que aún me sobrecoge cuando he tenido oportunidad de leerla.


Uno se imagina siendo Jonathan Harker con las esperanzas puestas en conseguir un gran trato con el misterioso Conde. Con esperanzas de casarse con su querida Mina. Pero a partir de que traspasa la noche, los miedos se vuelven insoportables. Lobos en la oscuridad. La luna que desaparece y un cochero misterioso que va tan sorprendentemente rápido que parece ser el mismisimo diablo. Y quizá no estuviera tan lejos del infierno.
Y al pie de la montaña se divisa un viejo castillo. El castillo del Conde Drácula. Y ahí cuando parece que no va a ocurrir nada, vemos una figura impresionante, con las sienes encanecidas y un pequeño bigote. Una figura que lo observa y que parece proyectar una leve sonrisa cuando nos ve temerosos en la puerta. Es en ese momento, cuando el misterioso personaje nos dice: 
"Bienvenido a mi morada. Entre libremente, por su propia voluntad, y deje parte de la felicidad que trae"
Lo que deberíamos preguntarnos es si estariamos dispuestos a pasar. La caja de los horrores se abrirá a cada paso que demos. Nuestro propio miedo hará el resto. Cada vez que abro esta grandisima novela, me siento un invitado más a ese tétrico castillo donde pasan cosas terroríficas.

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