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viernes, 30 de abril de 2021

Ramiro II el monje (y la campana de Huesca)

Alfonso I al que se ha conocido como el batallador por sus luchas contra los musulmanes fue Rey de Aragón y Pamplona entre 1104 y 1134, siendo hijo de Sancho Ramirez y Felicia de Roucy. Tres años antes de morir, el Rey Alfonso hizo testamento durante el asedio de Bayona, dejando como herederas y sucesoras del Reino a las órdenes del Temple, Hospitalarios y del Santo Sepulcro de Jerusalén, pretendiendo obligar a los nobles el cumplimiento de las voluntades; un Rey, que siempre se consideró un cruzado. Ni que decir que los vivos no respetaron las voluntades del muerto. 
 

Éste se impugnó, generando tal caos que los Reinos de Aragón y Pamplona (futuro Reino de Navarra) se dividieron, buscando ambos territorios un nuevo Rey e intentando incumplir a toda costa el testamento del fallecido. 
En Aragón acordaron que el nuevo Rey sería el hermano de Alfonso I, Ramiro, pero estaba en una situación curiosa: era un hombre que había abrazado la vida eclesiastica hasta el punto de que había sido monje en el monasterio francés de San Ponce de Tomeras, abad de San Pedro el Viejo (en Huesca) y en ese momento era obispo de Roda. 
Ramiro, que reinaría bajo el nombre de Ramiro II de Aragón, colgó los hábitos, casandose poco después con Inés de Poitou, hija del Duque de Aquitania, Guillermo IX de Poitiers (conocido como el Trovador) en 1135 en lo que eran las segundas nupcias de ella (viuda desde hacía ocho años con 4 hijos). En 1136 Ramiro e Ines tuvieron una hija, Petronila, y ya por 1137 Ramiro II y su esposa hacían vidas separadas hasta el punto de que Inés había vuelto a Aquitania, asegurandose de que le había dado una heredera al Reino de Aragón.
Ramiro II, al que como podemos intuir no le interesaba nada la vida no ya sólo regía, sino mundana, prometió a su hija recién nacida con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, que entonces tenía 25 años, para  volver a su vida eclesiástica. 
 

Antes de eso, tengo que referirme a una leyenda relacionada con este Rey y que se ha dado en llamar la Campana de Huesca: cuentan que los desordenes provocados por la rebeldía de los nobles pusieron a Aragón al borde de la ingobernabilidad, por lo que el Rey, que poco sabía de reinar, pidió consejo a su mentor, el abad de Saint Pons. Tras oir al emisario del Rey, salió al huerto, cuchillo en mano, y cortó las hojas de col más sobresalientes, diciendole a dicho emisario que le relatara al Rey lo que había visto.
Tras serle relatado la historia de lo que había hecho el abad, el Rey convocó a todos los nobles aragoneses a palacio con la excusa de mostrarles una enorme campana cuyo tañido sonaría en todo el Reino. Divertidos a la par que excepticos, entraron primero los nobles más rebeldes siendo conducidos a la estancia para supuestamente contemplar la campana. Encontraron su perdición: una vez entraban a la estancia, un verdugo cortaba las cabezas de cada uno de ellos. Dispuestas las cabezas en círculo, colgando de una soga una de ellas en el centro, cual si fuera un badajo, Ramiro II hizo entrar en la estancia al resto de los nobles para que contemplaran la "Campana" de Huesca. Una advertencia para todos los que osaran crear rencillas dentro del Reino. 
 
La campana de Huesca

No sabemos si esta leyenda es verdad (la historiografía actual prefiere ponerla en el ámbito de la invención), pero si lo es que Ramiro II, el cuañ fue Rey efectivo hasta su muerte en 1157,  dejó escrito que había tomado mujer, no por la lujuria de la carne, sino por la restauración de la sangre y de la estirpe. Ha pasado a la historia como el monje y el Rey Campana
PD: Por su parte, el Rey de Pamplona, tras la muerte de Alfonso I, fue  elegido por la nobleza y curia local. Sería García Ramírez (que ha pasado a la historia como El Restaurador), hijo del Infante Ramiro Sánchez, señor de Monzón y de Logroño, y de Cristina Rodríguez, hija de ni más ni menos que Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador, y a la que la literatura conoció como doña Elvira.

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