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jueves, 12 de noviembre de 2020

Erase una vez... ¡Un trozo de madera!

-Érase una vez....  
-¡Un rey! -dirán inmediatamente mis pequeños lectores.  
-No, chicos, estan equivocados. Érase una vez un trozo de madera.
Así es como empieza una de las historias más extraordinarias de la literatura. Con un trozo de madera que es cuídado por su viejo padre Gepetto, el cual quiere que su hijo de madera vaya a la escuela, pero éste por una cosa u otra lo acaba desobedeciendo no sólo a él, sino a la bella hada que lo quiere como si de un hijo de tratase. 
 

Un bonito cuento a la par que oscuro donde se nos presenta la eterna dicotomía infantil entre hacer lo que nos venga en gana o lo correcto y a cada cosa que hagamos mal, más duro nos será el castigo. Muy duros eran los castigos para Pinocho (entre la cárcel a acabar como un burro, incluso siendo colgado), lo cual ha llevado a pensar que la presumible historia infantil no lo era tanto, pero lo cierto es que cuentos de hadas como Blancanieves o la Cenicienta tampoco eran precisamente con imagenes candorosas. 
 

Carlo Collodi, seudónimo de Carlo Lorenzin, apenás escribió nada más que no fuera su muñeco de madera al cual le dio vida poco a poco en un periódico italiano entre 1882 y 1883 y el cual se nos hizo tan conocido por la versión de Walt Disney, más idealizada y acortada, aunque ciertamente con imagenes sumamente inquietantes (y que aparecen en la obra) tales como aquella ballena monstruosa (hasta se llama monstruo) o las progresivas transformaciones en un burro. La historia no trata sobre ningún Rey, pero la verdad es que prefieron quedarme con aquel trozo de madera llamado Pinocho.

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