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miércoles, 19 de agosto de 2020

Cuando Ricardo mató a Zamora

Ricardo Zamora lo había sido todo para el fútbol español. Portero del Español en dos etapas, del Barcelona y por último del Madrid (sin título de Real por la II República) y capitán y eterno portero del la Selección Nacional con la que habia disputado 46 partidos (¡una barbaridad para la época!) desde aquella medalla de Amberes. En medio muchos títulos y paradas, entre ellas la mítica zamorana (suerte de despeje con el codo) a la que se le atribuye su "invención", aunque él siempre dijo que la había copiado de otros. Ese portero se despidió con la antologica parada al barcelonista Escolá, que certifició y valió un título de Copa para el Madrid; el del año 36, su último partido y también el último partido antes de la contienda que desangraria España. 
 
 
Precisamente sus miedos, sus angustias, ante la inminente retirada lo reflejó en un artículo para el diario YA para el que escribía de forma asidua (muy celebre fue su pseudonimo de amoraz; su apellido al reves):
"Noche de insomnio. ¿Qué hacer? Entrechócanse contradictorios pareceres. Es un diálogo cerebral. Zamora, opónese, contradice las razones de Ricardo.
-¿Retirarme ahora? ¡Estás loco! Un año más, sigo un año más. Si he sido capaz de hacer esto ahora, ¿por qué no he de hacerlo dentro de un año? 
-No, no –contesta Ricardo-. No seas loco. Eres, como siempre, apasionado, tarambana. Te conozco. ¿Qué momento mejor puedes elegir para retirarte? Dices que todavía tienes facultades; lo creo. Pero, ¿a qué esperas? ¿A no tenerlas? Entonces, no te retirarás tú, te echarán. Ya estoy cansado de seguirte a todas partes. Tengo otras cosas que atender.
-Bah, eso no es más que cobardía. Tienes miedo. No confías ya en mí. Eres, como los otros, impresionable. Además, Ricardo, gracias a mí, no lo olvides, tienes esta popularidad. ¿Qué sería de Ricardo sin Zamora? A ti nadie te conoce más que en casa, ¡en cambio a mí! No, no; seguiré jugando, mal que te pese. Quien manda soy yo y tú obedeces. 
-Pues no obedezco. Me rebelo. Me impongo. ¡Vanidoso! Me cansa y me revienta tanto Zamora y le revienta a los demás. Ya no volverás a jugar porque yo lo mando.
La disputa se agria. Palabras gruesas. Lucha. Pelea feroz. A la mañana se levanta solamente Ricardo. ¿Y Zamora? Pero Ricardo siente haber matado a Zamora. Trabajosamente va trazando su necrología futbolistica. La pluma que escribe mójase en honda emoción y son líneas temblonas las que traza. El molde las dio a kuz. Decían: MI ADIÓS AL FÚTBOL. Jugué en Valencia el último partido de mi vida".

Hoy en día nos puede parecer llamativo, pero la retirada de Zamora fue un boom de calibres proporcionados. Este artículo fue escrito poco antes de precisamente esa final en Valencia y antes de que saliera a hombros del campo no sólo por la victoria, sino por aquella parada tantas veces mencionada y que justificaba una carrera (para saber más...). 
Es verdad que Ricardo había matado a Zamora, aunque la llama del Divino portero seguía ahí como uno de los hijos del fútbol. Poco después sería encarcelado por el bando republicano por burgues y, de hecho, no pocos hicieron correr que Zamora había sido fusilado, mientras, tras la guerra, los nacionales lo inhabilitaron durante un tiempo (para saber más...).

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