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viernes, 1 de mayo de 2020

De la ilusión a la Nada

Carmen Laforet tenía unos 23 años cuando escribió "Nada" en una época sumamente triste (estábamos en plena posguerra; una España gris y rota). No es necesario aclarar que podríamos ver en aquella Andrea, que venía a Barcelona a estudiar, alojándose en casa de unos parientes, una especie de autobiografía sui géneris de la propia Laforet, la cual aún siendo catalana natural de Barcelona, su infancia y una buena parte de su adolescencia la pasó en las Islas Canarias (concretamente en la isla de la Gran Canaria) debido a motivos laborales de su padre, pot lo que cuando volvió a aquella que era su tierra natal (de la que su familia partió cuando ella tenía dos años), le debió resultar extraña aquella urbe de la que aún había signos de la brutal guerra civil.


El que "Nada" tenga algo de autobiográfico no resta ni una pizca de valor literario a "Nada", sino que, por el contrario, hace que la obra tenga muchos matices que van más allá de su autora. Una vez escuché que esta novela se lee como un cuento perverso; una especie de relato gótico (cuando ese tipo de novela hacía mucho tiempo que había pasado de moda) de una muchacha que llega a Barcelona con una ilusión desbordante y que literalmente cae en medio de una familia siniestra y extraordinariamente perturbadora. La familia no se elige debió pensar Andrea nada más llegar a la casa de la calle Aribau.
De madrugada, recién llegada a una casa de pesadilla, Andrea se encierra en el cuarto de baño y se mira en el espejo: una niña atrapada en un infierno donde la brutalidad y los reproches se nos muestran en toda su crudeza. Aún hoy me preguntó cómo la censura dejó pasar tal obra (afortunadamente salió adelante) en plenos años 40, dado su realismo que a veces llega a la perversión. Es buenísima.

La autora

En una época donde no se concebía no ya que un escritor pudiese vivir de sus novelas, menos imaginable era que una mujer lo hiciese. Carmen Laforet probó y triunfó con su ópera prima. Ganó el Premio Nadal en 1944 (era la primera edición de dichos premios) y enseguida hubo una adaptación cinematográfica (del año 1947) dirigida por el prestigioso cineasta español Edgar Neville y protagonizada por Conchita Montes. 


En cierta medida, la guerra está muy presente en "Nada". La casa de Aribau, que un día fue un hogar normal y hasta feliz (aunque parezca mentira), está atestada de muebles artillados y de miseria, mucha miseria, y violencia en un retrato duro de la España de la posguerra con esos dos hermanos varones, Juan y Román, los tíos de Andrea, que se quieren y se odian, que se intentan matar y se lloran el uno al otro, los cuales esconden un pasado de reproches y denuncias con una mujer de por medio, Gloria, la esposa de Juan, la cual es maltratada y azotada violentamente por su marido tanto en lo físico como en lo psíquico, por no hablar de una Ángela, tía de Andrea y, por lo tanto, hermana de los otros dos, que intenta mantener una cierta moralidad en la casa, especialmente en su sobrina, la cual siente que su tía es una rémora para sus ansías de libertad. Sólo sus amigos de Universidad, especialmente Ena, parecen ser una válvula de escape, aunque ni la mencionada Ena puede escapar del influjo de la casa de la calle Aribau en lo concerniente a un "famoso" violinista que resulta ser Román. Y por supuesto, cómo olvidar a la abuela, esa especie de hada madrina deteriorada y rota, pero entrañable, que busca la paz entre sus hijos sin conseguirlo. 


Leída actualmente, a pesar del tiempo transcurrido, "Nada" sorprende por su modernidad con una carencia de sentimentalismo, pese a las atrocidades que Laforet nos relata en boca de la propia Andrea y que ya les he comentado. Es magnífica por su estilo lleno de fuerza y originalidad narrativa. Una obra que no es más que el cuento cruel de la miseria y el odio de una España lúgubre. Y lo que queda es que Andrea, aquella huérfana ilusionada por sus estudios universitarios en Barcelona, no se llevó NADA.

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