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sábado, 1 de febrero de 2020

¡Qué dificil es ser un fantasma!

Tengo que reconocer (para mi vergüenza) que hasta hace unos días no había leído "El Fantasma de Canterville" y digo vergüenza porque estamos ante una de los relatos más reconocidos de la literatura inglesa en general y de su autor, Oscar Wilde, en particular, habiendose adaptado a la televisión, el cine y el teatro con más o menos fidelidad al texto original.


La historia es una mezcla de terror y humor, aunque tiene más de este último, cosa que no es de extrañar precisamente en autores del calibre de Wilde, acostumbrado a ese fino humor ingles no siempre comprendido por el resto.


Hiram B. Otis, un hombre de los Estados Unidos, se muda junto a su familia a dicho castillo, incluso tras ser advertido por el viejo Canterville de la presencia del fantasma de un antepasado suyo, sir Simon de Canterville, el cual está acostumbrado a asustar a todo aquel que tiene la mala suerte de encontrarse con él... pero no será así con los señores Otis, su hijo mayor Washington, su hija Virginia y los gemelos, que le gastaran todo tipo de bromas pesadas (partícularmente los gemelos) o pasando de él literalmente, haciendo que el fantasma se encolerice al principio, pudiendose decir que acaba deprimido ante sus nuevos dueños por el pragmatismo de éstos y su falta de miedo/pavor por su presencia (eso por no hablar de una mancha de sangre que por mucho que intentan limpiarla, no se va, cambiando todos los días de color).


La cosa es que si Sir Simon está vagando como Alma en pena sin encontrar la Paz por haber asesinado a su esposa tan solo por ser una mujer anodina. Sólo la reconciliación con Dios, hará que su Alma se salve.


Entre lo profano y lo sagrado, este relato corto representa el choque/encuentro entre dos mundos: el más antiguo (el supersticioso, el cual es representado por los ingleses, los cuales temen al fantasma) y el más moderno (y nada supersticioso, que se halla representado por los estadounidenses), los cuales no es que no temieran al fantasma, sino que se burlaban de él.

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