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jueves, 7 de marzo de 2019

¡¡¡Ladrón de cadaveres!!!

No nos llevemos a engaño: siempre han habido ladrones de cadaveres, los cuales de una forma u otra fueron usados para el estudio y que eran conseguidos bien mediante la compra-venta del mismo, el desenterramiento directo por parte del interesado e incluso mediante técnicas delictivas como el asesinato (que no deja de ser el robo de la vida misma). Hubo una época en la que ésto era más o menos admitido (todo por el estudio), pero ello no dejaba de suponer un conflicto moral para los que en cierta manera vivían de ello.


Con ello juega Robert Louis Stevenson en uno de sus relatos más conocidos, "El Ladrón de cadaveres," un cuento de terror que quizás hoy no lo sea tanto, pero que en medio de la oscuridad debió dar pavor a más de uno durante aquel Siglo XIX.

El autor

A modo de flashback, un estudiante de medicina, Fettes, nos controduce en el sordido mundo del robo de cadaveres, encontrando un problema en el hecho de que apenás sabe de dónde vienen y teniendo la extraña certeza de que muchos no han muerto enfermos o por causas naturales, sino por la mano de una persona (y no precisamente de un verdugo que cumpliera su labor justiciera). Todo lo irreal y oscuro lo envuelve un relato que acaba con un final ciertamente sobrenatural, basandose un poco en los miedos (racionales o no) de los protagonistas, que en muchos puntos recuerda al terror del gran Edgar Allan Poe.


Publicado en 1884, este relato es un relato maravillosamente tétrico, que resulta encantador y que tuvo una versión filmica en la que se juntaron ni más, ni menos que Boris Karloff y Bela Lugosi en una obra considerada de Serie B, la cual fue dirigida por Robert Wise.

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