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domingo, 3 de febrero de 2019

Las historietas y el franquismo

Antes en España las historias en viñetas se conocían como historietas o en su caso Tebeo por la revista del mismo nombre que tanto entretuvo a aquellos niños de la posguerra (TBO). Los comic-books estadounidenses no llegaron al país hasta los años 50 por mediación de la editorial mejicana Novaro. 


En España ya teníamos problemas con la censura y ésta también llegó a las historietas. Ejemplos: Carpanta, el eterno hambriento que creara Escobar, estuvo a punto de ser prohibido porque según la oficialidad en España nadie pasaba hambre (todo se cambio cuando Carpanta al final de cada historia se veía saciado), en la 13 Rue del Percebe de Ibáñez uno de los vecinos de tan curiosa vecindad era una especie de doctor Frankenstein que tenía incluso un monstruo muy parecido al de Boris Karloff, algo que sería prohibido posteriormente porque sólo el Sumo Hacedor podía crear vida (fue sustituido por un sastre) e incluso la violencia de las historias del Capitán Trueno o el Jabato eran mutiladas de una forma llamativa, quitando flechas o "limpiando" las viñetas de la visión de la sangre. Historias oficialistas como El Guerrero del Antifaz o los mencionados Jabato o Capitán Trueno, más allá de sus "cosas", estaban aparentemente en sintonía con el régimen porque eran notablemente recomendadas por ese sentir patriótico, a pesar de que en muchos casos carecieran de rigor histórico (aunque eso no quita que sean muy entretenidos). Y digo aparentemente porque en su afán por buscar la justicia y la defensa de los oprimidos frente a los tiranos se ve una especie de crítica a actitudes dictatoriales. Por otro lado, el guionista histórico de Capitán Trueno y el Jabato era Víctor Mora, el cual era de izquierdas y estuvo en la cárcel. Otros guionistas por esa y otras circunstancias lo relevarían varias veces.

Censura vs. sin censura

Tampoco era conveniente que mujeres indudablemente independientes, pero casaderas como Sigrid en el Capitán Trueno o Claudia en el Jabato estuvieran siempre entre hombres o dando a entender que tenían una relación sin estar casadas con el protagonista o incluso pudieran yacer en el mismo lecho. Por eso, se inventaban cualquier excusa para que ellas no aparecieran siempre (Sigrid tenía que ejercer como Reina de su Nación, Thule, por ejemplo).  Por supuesto, toda insinuación femenina estaba prohibída y eran tapadas (poca carne y si era posible, ninguna curva).


Con los comic-books hubo otros problemas. Si bien fueron admitidos en un inicio, durante un tiempo se prohibió la importación de los cómics Novaro  protagonizados por superhéroes tales como Superman o Batman. De hecho, en 1962 nació la Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles, cuyo secretario general fue el Padre Jesús María Vázquez, siendo prohibidas entre 1964 a 1970 debido a que el niño lector podía confundir a aquellos superhombres que volaban y tenía superporderes (ahí es donde entra muy especialmente Superman) con ángeles, seres celestiales e incluso con la divinidad, por lo que, según esta comisión, tales historias se acercaban a la blasfemia. Por supuesto, siempre estaban a mano los de Vidas Ejemplares (generalmente Santos o referencias a la Biblia) y otros ya procedentes de América o Francia.


Cosa curiosa es que los comics traducidos por la editorial Novaro evitaban todo nombre angloparlante debido a los derechos de autor: Bruce Wayne era Bruno Díaz, Smallville era Villachica y Lois Lane era Luisa Lane, por ejemplo. Ciertamente la editorial Novaro fueron la introducción de los niños españoles al comic-book estadounidense. La censura (también en las historietas) acabó con la dinamitación del franquismo, pero esa es otra historia. 

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