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domingo, 2 de diciembre de 2018

El padre de la arqueología canaria

Aunque parezca mentira, hasta principios del Siglo XX no habían estudios serios en torno a la cultura aborigen de las Islas Canarias (digna mención merecen los trabajos de Juan Bethencourt Alfonso) y a nivel arqueológico no se iniciaría una investigación importante hasta los años 40 y 50. Esto último fue gracias a un hombre que si bien nació en Gerona (concretamente en San Esteban de Bas), desde muy pequeño se trasladó con su familia a las Islas Canarias. Su profesión era maestro, pero por encima de todo estuvo el hecho de divulgar la desaparecida cultura aborigen precisamente a los que de una forma u otra somos sus descendientes. El nombre de este gran hombre era Luis Diego Cuscoy.


Nacido el 22 de Octubre de 1907, era hijo de un Guardia Civil que sería destinado al noroeste de la isla de Tenerife (primero a Buenavista y después a la Orotava) cuando tenía nueve años. Curso sus estudios de primaria, combinando posteriormente el trabajo en una panadería durante el día con los estudios de Magisterio durante la noche. Cuscoy fue alumno con matrícula libre en la Escuela Normal de San Cristóbal de la Laguna, entre los años 1923 y 1927. En 1928 publicó su primer libro literario, "Tenerife Espiritual", que se encuadra dentro del movimiento canario de la corriente poética del 27.
Ejerció en varias escuelas: La Guancha (curso 1928-1929), Santa Cruz de Tenerife (año 1930) y Los Silos (curso 1930-1931) hasta conseguir plaza definitiva en Castro das Seigas, municipio de Palas de Rey en Lugo (de 1931 a 1933). Allí conocería al poeta, etnógrafo y prehistoriador, Fermín Bouza-Brey, el cual le abrió los ojos de cara a la investigación del folklore.


Regresaría a Tenerife, ya que fue destinado a una escuela en El Sauzal, casandose con la también maestra Victoria Fernaud de la Rosa, el 14 de Abril de 1934, con la que tendría dos hijas, que igualmente fueron maestras, María Luisa y María Victoria. En el pueblo norteño se estableció durante un tiempo considerable (de 1933 a 1940, época difícil) hasta que sería depurado por sus simpatías con la Federación de Trabajadores de la Enseñanza de Tenerife, pero le salvó que durante la guerra civil se incorporara a falange, alcanzando el puesto de delegado provincial de Prensa y Propaganda del Sindicato Español de Magisterio.
Es por eso que su depuración fue algo más "leve", consistiendo la misma en la inhabilitación de cargos directivos y traslado forzoso durante un año a una escuela del sur de Tenerife (que en la práctica era un leve exilio), Cabo Blanco en Arona (que en aquel entonces estaba en la nada más absoluta) hasta principios de 1942.
Allí ensenaría en una escuela mixta, entablando una relación muy entrañable no sólo con los alumnos a los que daba clase (los cuales pastoreaban por la zona), sino con los propios cabreros, que le enseñaron zonas donde literalmente habían restos guanches no ya sólo de cerámica, sino incluso huesos. Los pastores históricamente habían convivido con ello y es por eso que le enseñaron al propio Cuscoy algo que probablemente desconocían que tenían un valor incalculable porque siempre había estado ahí, pero nadie le habría prestado la más mínima atención.


Si Cuscoy era un investigador impresionante y que estaba abierto al conocimiento y al saber (como debe ser todo maestro), en esos años de "destierro", se inició su afición a la arqueología visitando cuevas funerarias con los alumnos. El propio Cuscoy estaba convencido que tales cabreros, pastores y demás eran descendientes de aquellos guanches; que de alguna forma la cultura había pervivido en ellos. Regresaría finalmente a su escuela en El Sauzal, pero aquellos años en Cabo Blanco le marcaron tanto que siguió con su labor investigadora. 
En el libro "Entre pastores y ángeles" don Luis nos narra algunas de sus vivencias en aquel ambiente marginal de cabreros, describiendonos su primer encuentro con una cueva sepulcral que rebuscó con sus alumnos, En 1998 el Ayuntamiento de Arona reeditó este magnífico libro, acudiendo a la presentación del mismo varios antiguos alumnos suyos, que a pesar del tiempo lo recordaban como un gran maestro y mejor persona, que les enseño a tener curiosidad por el ambiente que les rodeaba.


Cuscoy nos descubrió un mundo arqueologico impresionante y sus investigaciones y excavaciones siguieron adelante, haciendo recopilación de restos guanches tanto humanos como materiales, contando con cierto apoyo de personas relacionadas con el ambiente histórico y cultural de las islas. Innumerables fueron sus fotos; siempre con la cámara dispuesto a dejar constancia de aquello que tanto le maravillaba y que acabó por convertirse en una (sana) obsesión de la que tantos canarios nos beneficiamos. 


A sugerencia del catedrático de Historia de España en la Universidad de La Laguna, Elías Serra Ràfols, se incorporó en 1942 como colaborador del recién nombrado comisario provincial de Excavaciones Arqueológicas, Juan Álvarez Delgado, realizando excavaciones y prospecciones durante las vacaciones del verano en las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro. Más allá de cargos más o menos relevantes podemos decir que Cuscoy fue el que pasó del estudio académico en las escuelas y aulas al estudio de campo con gran cantidad de excavaciones y estudios, siendo el impulsor de la creación del museo arqueologico de Tenerife, dependiente del Cabildo de la isla, que se inauguró durante las fiestas de Mayo de 1958 y del que fue director hasta su muerte en 1987. 
A diferencia de otras grandes personalidades, don Luis Diego Cuscoy recibió premios en vida como reconocimiento a su labor investigadora y de divulgación. En 1977 le concedieron la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en 1982 el Cabildo de Tenerife le otorgó la medalla de oro de la isla y en 1985 recibió el Premio Canarias en la categoría de Acervo Socio-Histórico y Patrimonio Histórico Artístico y Documental. Por otra parte, tras su fallecimiento, se creó en la Universidad de La Laguna la Cátedra de Arqueología Luis Diego Cuscoy por iniciativa de un grupo de alumnos y profesores. Su objetivo es la de fomentar el conocimiento y la conservación del patrimonio arqueológico.


Recientemente, he tenido la oportunidad de disfrutar en el Instituto Cabrera-Pinto la exposición "Arqueología de la mirada. La obra fotográfica de Luis Diego Cuscoy" donde se nos muestra la documentación fotográfica y material de este gran hombre al que podemos llamar el padre de la arqueología canaria.

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