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lunes, 10 de diciembre de 2018

El futbolín

Este increíble juego de mesa, quizás hoy algo en desuso, pero que llenó las tardes de niños y no tan niños tiene un origen oscuro por la época en la que fue creado y sobre todo por el motivo del mismo. 


Contaba el poeta gallego Alejandro Finisterre (cuyo nombre real era Alejandro Campos Ramírez) que, tras resultar herido durante uno de los muchos bombardeos en la guerra civil española, vio en el hospital a muchos niños los cuales habían resultado heridos en sus piernas, algunos de los cuales incluso habían tenido que amputarseles las mismas. Ni siquiera en aquella época de terror podían entretenerse en jugar al fútbol; algunos al haber perdido las piernas nunca podrían volver al jugar al fútbol.  A Finisterre le entró una pena tremenda.
Es por eso que para que se entretuvieran se le ocurrió la idea del futbolín, basándose en otros juegos de mesa. Cada equipo de 1 ó 2 jugadores humanos controla 4 filas de jugadores de futbolín, los cuales deben meter la pelota dentro del agujero que simula la portería. Para construirlo, Finisterre se valió de su amigo, el carpintero Francisco Javier Altuna, que siguió sus instrucciones. 


Tras la victoria franquista, el poeta gallego se exilió primero en Francia y después en Sudamérica. Como anécdota, cabe decir que cuando huyo a Francia perdió los papeles de la patente (que eran del año 1937) en una tormenta, por lo que no sabemos como era el diseño original, ni su forma o medidas.


Cuando Finisterre volvió a España en los años 60, comprobó con mucho asombro y no sin cierta emoción que el invento que había ingeniado para los niños de la guerra se había extendido; que estaba en todas y cada una de las salas recreativas o bares de la época. Así que podemos decir que el futbolín es un invento español (salido del dolor de unos años terribles).

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