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sábado, 5 de noviembre de 2016

Aquel hombre a una nariz pegado

"Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;

Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.

Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;

Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito."
Si algo destaca en Quevedo es ese aire burlesco que lo hace imprescindible dentro de la literatura española. Infinidad de octavillas anonimas iban de mano en mano, aunque el estilo era inconfundible y todo el mundo sabía quién era el autor. Normalmente criticaban la sociedad de su tiempo, entre los que se encontraba un poder terrenal como el de la Monarquía o un poder que supuestamente debía ser espiritual como la Iglesia (aunque por las corruptelas de algún tipo de curia no lo era). Es por eso que si alguien le preguntara por algunos de esos poemas, don Francisco no se diera por aludido. Uno de esos poemas burlescos versaban sobre un hombre, cuya nariz era tan grande, que pareciera que dicho hombre estuviera pegado a la mencionada nariz. 


Nunca supimos a quien iban dirigidos tales versos salidos de las musas que inspiraban al genio, pero los más maledicentes opinan que pudiese tratarse de Luis de Góngora, enemigo literario y personal de Quevedo, con el que se carteaba insultos vía versos. Bien es por el retrato de Velázquez la gran protuberancia nasal del gran Góngora al que Quevedo ya le dedicó algunos de sus versos:
"¿Por qué censuras tú la lengua griega
siendo sólo rabí de la judía,
cosa que tu nariz aun no lo niega?"
En aquella época ser cristiano viejo (familia cristiana de toda la vida) lo era todo y los judíos eran vistos como seres despreciables, "los asesinos de Cristo". La nariz sería signo característico, según Quevedo y muchos de tiempo, de su mezquindad. Lo sorprendente de este poema es que a quien va dirigido lo deja en la mera especulación como si dicho poema tuviera que trascender a su propia época. Unos versos cargados de fina ironía en la que se demuestra como un literato capaz de utilizar infinidad de comparaciones que acercan al absurdo, a una especie de esperpento valle-inclanesco (siglos antes del nacimiento de don Ramón María), a un hombre con una nariz tan grande que era casi más nariz que hombre. 
La primera vez que tome contacto con este poema fue en el colegio y aún, después de muchos años, me sigue sorprendiendo como un hombre como don Francisco de Quevedo pudo realizar estos versos, que son obra cumbre dentro de su poemario y la literatura española. Y es que ¿Cómo podemos olvidar a aquel hombre a una nariz pegado?

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