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lunes, 22 de agosto de 2016

La vampira de Barcelona

Sería a principio de los años 10 del Siglo XX cuando tuvieron lugar un gran número de desapariciones de niños tan importante que la policía tuvo que actuar. Entonces se habló de una negra figura que aprovechando la oscuridad de la noche, raptaba a los niños cual hombre del saco.  Las pesquisas, llevaron a la casa de una curandera cuyo nombre era Enriqueta Martí Ripollés, pero ¿Por qué?


Enriqueta, separada de su marido hace algunos años, llevaba una doble vida: durante el día, mendigaba y pedía en las casas de caridad, conventos y parroquias, vistiendo harapos, llevando niños de la mano que los hacía pasar por sus hijos, mientras los prostituía o los asesinaba. No obstante, merced a su trabajo de proxeneta, su tren de vida era enorme y de noche se vestía con ropas lujosas, viéndosela en el Teatro del Liceo, el Casino de la Arrabassada y otros lugares donde acudía la clase acomodada de la ciudad de Barcelona, siendo probable que en aquel ambiente ofreciera los servicios de algún niño a algún depravado. 
En 1909 fue detenida en su piso de la calle Minerva de Barcelona acusada de regentar un burdel donde se ofrecían servicios sexuales de niños de edades comprendidas entre los 3 y 14 años. Gracias a sus contactos con altas personalidades de la ciudad condal, que contrataban sus servicios como proxeneta infantil, Enriqueta nunca tuvo un juicio por el asunto del burdel y sospechosamente el proceso se perdió en el olvido judicial y burocrático propio de España.
Por eso no es de extrañar que pensaran en ella como causante de las misteriosas desapariciones de niños. El 27 de Febrero, con la excusa de una denuncia por tenencia de gallinas en el piso, el brigada Ribot y dos agentes más fueron a buscar a Enriqueta, la cual se encontraba en el patio de la calle de Ferlandina. Ella se mostró sorprendida, pero no puso resistencia para no levantar sospechas. Cuando entraron los policías, encontraron dos niñas en el piso. Una de ellas era Teresita Guitard Congost a la que se buscaba desde hacía unos días con desespero y la otra una niña llamada Angelita. Entre las desagradables pruebas encontradas que incriminaban a Enriqueta y el relato de la mencionada Teresita, que incluían muertes violentas, más de un policía se fue a un rincón a vomitar.


La cuestión es que mientras ejercía como proxeneta, también era curandera, utilizando para elaborar sus productos con restos humanos de los niños que mataba, los cuales llegaban incluso a ser desde bebes hasta niños de 9 años. De esos niños lo aprovechaba casi todo: la grasa, la sangre, los cabellos y los huesos (que transformaba en polvo). Enriqueta ofrecía sus ungüentos, pomadas, filtros, cataplasmas y pociones a personas adineradas para curar la tuberculosis, tan temida en aquella época, y todo tipo de enfermedades que no tenían cura en la medicina tradicional. Por la noche se dedicaba a secuestrar niños, corriendose el rumor de que un vampiro raptaba a los niños para chuparles la sangre... y no era del todo incierto.


Y no se supo cuántos niños asesinó para sus productos, pero lo cierto es que estamos ante una de las asesinas en serie más mortíferas de la historia negra de España, la cual dejó un hondo temor en la población de Barcelona. Para el recuerdo nos quedan los testimonios de las niñas supervivientes, las noticias de la prensa de la época y las declaraciones llenas de incongruencias de la propia Enriqueta, que murió poco después, en 1913 según algunos de cáncer y según otros de una brutal paliza. Lo cierto es que Enriqueta Martí pasó a la historia como la vampira de la calle de Poniente, la vampira del Raval o la vampira de Barcelona.

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